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Una amiga mía y un amigo de Mafalda

Entre tanto estruendo agotador, déjenme hablar de una persona. Vive en Gijón, trabaja a una hora de distancia. Madruga un montón, vuelve a casa machacada y con importantes trabajos familiares por realizar, no especialmente gratos. Lectora de gran criterio, culta y discreta, reticente al cotilleo- (un exotismo conmovedor y casi subversivo en nuestros tiempos) me cuenta su desconfianza respecto a diversos programas políticos, su resolución de ir a votar en diciembre en defensa de la democracia. Hay en sus palabras ese timbre noble de quien ha leído a los clásicos lo suficiente para no perder el tiempo con chorradas. Es la conjura de los necios, Jesús, me dijo un día con respecto a ya no recuerdo bien qué; creo que al envoltorio de su ambiente laboral, y tampoco eso importa. La conjura de los necios no está en todas partes, pero marcha a buen ritmo en esa dirección. Mientras la gente así, como ella, sostiene con su esfuerzo el tinglado del mundo- necios incluidos- en los papeles salen rostros conocidos. ¿Hay que hablar de ellos más todavía? ¿Qué tendrá la notoriedad que tanto atrae? (Tengo mi teoría, pero hoy no toca exponerla) Algo ha cuajado en la sociedad actual que legitima el éxito por delante del esfuerzo. Date a conocer primero, ya hablaremos de talento después. Igual queda soslayado y, siendo mediocre, pasas por crack en la sociedad que escribe jajaja en sus redes para dejar bien claro que algo gracioso ha sido dicho.

Cuando un país es agotador, puedes simpatizar en principio con quien sienta la tentación de abandonarlo. Pero entonces esperas que ese alguien sea diferente de lo que quiere dejar atrás; que con sus actos deje en evidencia esa diferencia. En España hay una Constitución hecha con el esfuerzo de gente que no tenía grupos whatsapp; su puesta en práctica en el día a día en el que mi amiga va a currar, y algunos políticos no tanto, recuerda a lo que le decía la maestra al padre de Manolito, el amigo de Mafalda: Su hijo no hace los deberes, los perpetra. Eso es lo que pasa aquí. Hay buena música, y ejecutantes torpes y a veces ágrafos quieren cambiar la partitura porque ellos dicen que es eso lo que falla. Pedro Sánchez lleva tiempo comprometiéndose a cambiar cosas, a veces solemnemente- los adverbios terminados en mente suelen ser poco necesarios; si te comprometes, te comprometes. Más aún, el verbo pierde fuerza y credibilidad con tanto matiz. ¿Nadie asesora a este hombre en cuestiones de habla? Me postulo. Y recuerdas a Felipe González con sus cuarenta tacos de entonces, asumiendo pesadísimas responsabilidades de Gobierno de un país fuera de club y cargado de complejos y apesadumbrado por la violencia, en un discurso bien dicho, con sentido de Estado, semblante digno y corbata puesta. Ah, lo de Sánchez: nothing personal. Es de los menos malos. Lo dicho: país agotador.

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