Como arrepentidos los quiere el Señor y también Abelardo, el sportinguista Ndi hizo ayer acto de contrición, pidió perdón por sus recientes desplantes a los mandamientos de Mareo y volvió al redil, tras meses descarriado. Refiriéndose a quien le llevaba los asuntos futbolísticos y los de la tela, el camerunés confesó que "me aconsejaron mal"; y que a partir de ahora "mi representante soy yo y Dios". O sea, que cuando haya que mejorar el contrato al chaval, el director deportivo tendrá que pedir la intercesión del páter Fueyo para que le concierte una cita con el Altísimo. O reclamar amparo a Cuéllar, para que, por corporativismo de guante blanco, el guardameta le abra las puertas de San Pedro, portero del cielo. Pide Ndi comprensión también al graderío, a sabiendas que el secreto de la absolución está en la masa. Que rece tres padrenuestros y tres avemarías y que corra, que el perdón se gana con obras, que en el fútbol son goles. Y que no nos la vuelva a colar por la escuadra.
