La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Profesor de Matemática Aplicada de la Universidad de Oviedo

El álgebra y la poli

Sobre la importancia del debate político, la pluralidad y la independencia

El álgebra es la parte de las matemáticas que estudia los problemas que poseen estructura. La política es el arte de gobernar la poli y los asuntos de los ciudadanos. La política está considerada como una rama de la moral en virtud de la cual una sociedad libre resuelve los problemas que plantea su convivencia colectiva. Debería ser por tanto un quehacer orientado al bien común. ¿Repetimos? Orientado al bien común. Álgebra es una palabra que proviene del árabe, como muchas otras. Algunos ejemplos son camisa, zapato, alcalde, aldeano, mezquino, aceite, ojalá, etc. Y podríamos seguir durante varias horas. A los árabes les debemos pues una gran parte de nuestra cultura y en particular de las matemáticas, por ejemplo, nuestro sistema de numeración. Recomiendo el libro de Millás y Forges "Números pares, impares e idiotas" para lectura con sus hijos: ¡disfrutarán! Me alegro de que personas alejadas del mundo de las matemáticas les rindan un homenaje desde el cariño. Yo a mi manera intento hacer lo mismo con la escritura y sobre todo con la poesía, dado que siempre he intentado huir de las realidades compartimentadas y de los conjuntos disjuntos, pues a mi entender son mediocres.

El álgebra lineal trata de un tipo especial de conjuntos que poseen la propiedad de endogamia. Como ven este concepto se puede aplicar a nuestro sistema parlamentario. Así, por ejemplo, si describiésemos el parlamento en izquierdas y derechas, éste tendría dimensión uno, es decir, solo habría un partido independiente y los demás serían redundantes. Entonces, ¿para qué se necesita el resto? Por consiguiente, este enfoque simplista no es adecuado y es preciso aumentar la dimensión, y enfocar la resolución de los problemas caso por caso. Veamos otras razones.

Uno de los resultados más importantes en ciencias políticas, y que es la base teórica de la democracia, es el principio de Condorcet. Marie Jean Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet, fue un filósofo y matemático francés que trabajó sobre el problema del voto mayoritario y del consenso. En palabras de otros científicos coetáneos, este noble francés fue un erudito, "un volcán tapado por la nieve", que fue víctima de su independencia y de las guerras entre jacobinos y girondinos. ¡Los independientes siempre sufren y reciben mamporros de todas partes! Demostró que si se tiene un conjunto de votantes independientes, cada cual con su opinión y con una probabilidad de acierto ligeramente superior a un medio (igual probabilidad de acertar que de fallar), entonces el voto mayoritario posee una probabilidad de acierto que se acerca a 1 (acierto seguro) cuando el número de votantes independientes crece. En matemáticas se dice que el número de votantes tiende hacia infinito. ¿Quiere decir esto que necesitamos un número infinito de diputados? ¡No, por favor, qué pesadilla! Solo necesitamos que sus opiniones sean genuinas e independientes, lo cual no suele ser el caso. Dicen que alguno incluso berra.

Hay personas que creen que todos los votos no debieran valer lo mismo en función del grado de educación del votante. Estas personas tan democráticas olvidan que todos tenemos visiones diferentes sobre realidades diferentes y que el principio de Condorcet garantiza que entre todos acertemos. Es como el problema de la topografía: es necesario enfocar un objeto en diferentes direcciones para que su reconstrucción carezca de ambigüedad. Por eso los planos tienen vistas de alzado, planta y perfil, y por idénticas razones yo nunca creo en los políticos que aseveran que únicamente ellos tienen la razón. Sería necesario que en los cursos de comunicación que reciben nuestros políticos, y donde se les enseña a manejar el lenguaje de las manos y el manual del discurso de género, se les enseñase que de vez en cuando hay que dar la razón al contrario (cuando la tiene) para ganar credibilidad.

El actual sistema donde todos los parlamentarios votan lo mismo simplemente por pertenecer a un grupo que no parla es deficiente porque el principio de consenso no funciona al no existir independencia. En este caso se podría prescindir de la mayoría de los parlamentarios y enviarlos a su casita a freír espárragos, o a jugar al Cande Crasa, sin que nos cueste nada a los contribuyentes. Por esa misma razón es importante que existan listas abiertas y que nuestros representantes defiendan los puntos de vista para los que han sido elegidos. También que las partes fundamentales de los programas (el núcleo de los mismos) sean presentadas ante notario con medidas precisas y que exista un cierto grado de libertad para poder optimizar las decisiones. Finalmente, que se nos deje de amenazar con la pérdida del famoso Estado del bienestar. Su defensa debería ser un axioma. Creo que la ciudadanía, acostumbrada a políticos mediocres que no cumplen casi ninguna promesa electoral, lo comprendería fácilmente. Y si un responsable político llega a la conclusión de que hay que cambiar un programa diametralmente, entonces lo que tiene que hacer es someter el cambio a referéndum y en caso de salir derrotado "au revoir chéri(e) ".

La palabra núcleo tiene en álgebra un significado especial. El núcleo de un problema es lo que no vemos, y a lo que somos insensibles. Cada cual tiene sus gafas y su núcleo. Por eso es tan importante el debate político, la pluralidad y la independencia, para que enfocando el problema desde diferentes puntos de vista minimicemos la ambigüedad y obtengamos soluciones óptimas y diversas, es decir, soluciones progresistas porque afectan al bienestar de la mayoría de los ciudadanos. Como ya dije en otro artículo el progreso no tiene ideología.

Finalmente, quisiera hablar de una de las técnicas más utilizadas para prever la evolución del voto, los procesos de Markov, en los cuales Google ha sabido basar su fortuna. Es sencillo entender que los partidos que ganan son aquellos que conservan sus votantes naturales, minimizan la trashumancia y reciben votos de los demás. Algunos partidos lo han entendido perfectamente porque tienen gente estudiada que sabe de estrategias. Por eso no son ni de derechas ni de izquierdas, sino todo lo contrario. Señores diputados, el feudo se ha terminado, habrá que currar y ganarse el sueldo. Ya no son posibles situaciones como la que me comentaron en una villa de la zona central de Asturias en la que los responsables de un partido político que se dice progresista creyeron que ganarían incluso si presentaban a la mona Chita para alcalde. Presentaron a un candidato cualquiera, perdieron, y ya no volvieron a ganar. ¡Qué pena que no era Chita! Hubiesen obtenido mejores resultados, pues al menos hubiese hecho monadas. Lo afirma un orangután que veía de pequeño las pelis de Johnny Weissmuller. ¡Andawa!, creo que decían los negritos mientras cortaban la maleza.

Compartir el artículo

stats