Que nadie se asuste por el título. Así es como me presentan a mí en Bolivia. En realidad, quieren decir que soy premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia 1998, pero lo dejan en Príncipe de Asturias. Y para mí es doble honor.
Recientemente estuve en el Principado y desde aquí quiero agradecer la acogida a mi persona y el mensaje que llevo, que no es otro que pedir ayuda para los pobres. Sé que hay pobres en todas partes y por eso agradezco y valoro más la colaboración de los asturianos con nuestra causa, el proyecto Hombres Nuevos, que se desarrolla en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) desde hace 25 años.
Las entrevistas y las conferencias, gestionadas por Isolina Riaño a través de su organización, Arco Iris Educación para el Desarrollo, empezaron en Pola de Siero y siguieron por el Gobierno del Principado, Ayuntamiento de Oviedo y Ayuntamiento de Avilés para terminar en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. En todos los sitios sentí la proximidad de Asturias y los asturianos, tanto de quienes colaboran con nosotros directamente a título personal y profesional como los que vienen a escucharnos. Regreso con muchas energías y muchos proyectos que podrán hacerse realidad gracias a vuestra consideración.
Vuestras aportaciones no se convierten en limosnas. Nosotros lo que hacemos es convertirlas en escuelas, hospitales o internados para ayudar a los pobres a que salgan de su ostracismo. Pero como también dijo en estas páginas José Luis Corripio, empresario asturiano en la República Dominicana: "Los pobres tienen que pagar un precio para salir del hoyo: esfuerzo y trabajo''. Una máxima que nos concierne a todos.
Aproveché la estancia en Oviedo para conocer a Teresa Sanjurjo, la nueva directora de la Fundación Princesa de Asturias, y para invitarla a visitarnos en Bolivia. Invitación que hago extensiva a todos los asturianos. Serán bien recibidos como voluntarios que prestan su ayuda desinteresada a nuestra causa. Les aseguro que no recibirán dinero a cambio, pero sí una gran satisfacción personal que quienes la viven no saben traducir en palabras.
Le hice saber a Teresa Sanjurjo el gran cambio que supuso para mí recibir el premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia. En nuestra organización hay un antes y un después, gracias a las credenciales que nos otorga tan noble distinción.
Compruebo con satisfacción que los premios de la Fundación siguen muy atentos a quienes trabajan en favor de los demás y en concreto de los más necesitados. La mayor parte de los premios de este año podrían suscribirlos personas de todas las ideologías y de todas las religiones. Estoy pensando en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, volcada en los más pobres, sin distinción de creencias; o en la economista francesa Esther Duflo, que estudia en el MIT las causas de la pobreza y las soluciones para su erradicación. Sin olvidarnos de las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, que trabajan en el desarrollo de tecnologías para corregir genes defectuosos que evitarán enfermedades y marginaciones a quienes las sufran, en especial en el Tercer Mundo. Imagino que los premios a Leonardo Padura, Emilio Lledó o Coppola tampoco serán muy discutidos, aunque cada uno de nosotros tengamos nuestros candidatos.