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Abogado

El valor de la unidad y la solidaridad

El ejemplo francés del que deberían tomar nota los independentistas catalanes

En los últimos tiempos nuestro país atraviesa una época de cierta inestabilidad política. El inicio de la tan anhelada recuperación económica tras una dura época de ajuste se ve ensombrecido por el desgaste de los principales partidos políticos, que están sufriendo las consecuencias de muchos casos de corrupción y la falta de regeneración de sus líderes y cargos de responsabilidad.

A ello se suma una grave crisis institucional provocada por la declaración de independencia del Parlamento de Cataluña en la que anuncian el inicio de un proceso para desligarse del resto de España.

El desgraciado y brutal atentado terrorista de París del pasado 13 de noviembre nos sorprendió a los españoles inmersos en esta coyuntura política que ocupaba la mayor parte de las páginas de los periódicos, radios, televisiones y tertulias.

Las dramáticas situaciones vividas esas horas en París y, especialmente, los acontecimientos ocurridos en los días posteriores deberían ayudarnos a tomar conciencia de la importancia que tienen valores como la unidad de una nación y la solidaridad de sus ciudadanos.

La reacción del pueblo francés, de sus dirigentes y de sus instituciones fue impresionante. Las sucesivas imágenes de los ciudadanos franceses cantando en las calles el himno nacional, poniendo de manifiesto su sentimiento de unidad y solidaridad frente al mal, debería hacer reflexionar a algunos sobre la importancia que tiene la unidad de un país, con independencia del más absoluto respeto a las singularidades históricas, culturales, lingüísticas e incluso legislativas que puedan tener sus regiones.

Los grandes retos, amenazas y dificultades ante los que se enfrenta este vertiginoso mundo en el que vivimos deberían hacer reflexionar a aquellos que, de forma irresponsable, plantean, con toda ligereza, algo tan grave como la ruptura interna de un Estado.

La unidad de un pueblo, el sentimiento de pertenencia y, por supuesto, el respeto al funcionamiento del Estado de derecho son valores sin duda alguna necesarios para la superación de las dificultades que hayan de venir, al igual que ocurre en el ámbito de una familia o de una empresa cuando aparecen los problemas. La cohesión, la solidaridad, el sentido de responsabilidad y, sobre todo, el sentido común son valores esenciales para atravesar con éxito las dificultades.

Y también es crítico preservar el correcto funcionamiento del Estado de derecho, en el que existen unas leyes que todos debemos respetar, ya que precisamente esto es lo que garantiza que podamos convivir en libertad.

El principal atributo del Estado de derecho, que garantiza las libertades de todos y la convivencia pacífica, es precisamente el imperio de la ley y su respeto por parte de quienes gobiernan, cuyas actuaciones están también sujetas al respeto de la ley. Esto es lo que diferencia a los Estados con libertades de las dictaduras, en el que el dictador y dirigentes actúan en gran medida sin que medie una norma jurídica que limite su actuación y, mucho menos, unas normas que nazcan de la voluntad popular. La libertad de una sociedad se termina cuando se incumple la ley.

Por eso, resulta de una irresponsabilidad máxima y es una atrocidad que unos dirigentes políticos, que deben su existencia precisamente al Estado de derecho, incumplan de forma tan grave y descarada las normas que lo regulan. ¿Se imaginan ustedes que los directivos de una empresa anunciasen públicamente que no van a respetar los derechos de sus trabajadores, o que no van a pagar las cuotas de la Seguridad Social o los impuestos?, ¿o que un ayuntamiento declare que no va a permitir que habiten allí personas de bajo nivel adquisitivo? Pues lo que están haciendo los dirigentes políticos que pretenden la independencia de Cataluña es de una gravedad infinitamente mayor. El incumplimiento de la ley solo lleva al caos y a la pérdida de nuestras libertades.

Es verdaderamente lamentable y triste que en un país que es un ejemplo sin precedentes por su grandeza al evolucionar de la dictadura a la democracia y cuya Transición es una referencia internacional por la generosidad y la altura de miras que demostró toda una sociedad, determinados gobernantes hayan cometido una violación tan burda del ordenamiento jurídico, máxime cuando supone un ataque frontal a los valores más esenciales del sistema democrático que ha permitido el desarrollo de una sociedad.

Ni España, ni los ciudadanos catalanes ni ningún otro español merecen que sus gobernantes ataquen de forma tan brutal el sistema que garantiza nuestra convivencia en libertad. Ojalá las situaciones catastróficas como las que se han vivido en nuestro país vecino estos días y el ejemplo de unidad ante la adversidad que han dado nuestros vecinos sirvan para que los gobernantes irresponsables pongan en valor las garantías que ofrece convivir unidos en un país como España.

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