La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Psicólogo

"Caso Nóos", ¿linchamiento conversacional y mediático?

Estas líneas no pretenden ser sino una breve reflexión personal sobre el "caso Nóos" -paradigma de lo superlativo en cierto tipo de conductas-, como una de las lecturas posibles que tiene un asunto que, seguramente, ha arruinado "para siempre" la imagen y reputación social de la Infanta Cristina y de su marido, Iñaki Urdangarín.

Antes de nada, decir que el comportamiento y las actuaciones que se les imputan no tienen justificación moral ni legal alguna, y que sin duda son reprobables.

Ahora bien, lo que me llama poderosamente la atención es el altisonante desprecio que estas personas -la Infanta y su marido- están suscitando en la sociedad española, y que se advierte en numerosas conversaciones públicas y privadas, viñetas humorísticas y comentarios de todo tipo, que rozan el linchamiento conversacional -ordinario- y mediático -en los medios y las redes sociales-.

Prevalerse del propio estatus, contactos, vínculos familiares, amistades... en todos los órdenes y en favor de los propios intereses quién puede negar que constituye una práctica ordinaria, característica y habitual de la humana condición, de sobra conocida y reconocida -aunque nunca pública ni explícitamente- en la práctica totalidad de las sociedades civilizadas -ni qué decir tiene en las no civilizadas-.

Que algunos miembros de la familia real española -quizá en otro tiempo los más glamurosos y admirados- hayan dado al traste con uno de los cuentos de hadas que las sociedades humanas sienten necesidad de "proyectar" -la idealidad de un yo-colectivo exitoso, mágico, inocente, impecable, que también de ellos se esperaba- ha envenenado e irritado sobremanera a una gran parte de la sociedad, acaso debido, entre otros lógicos y naturales motivos, al irritable hecho de disponer de una nueva e inevitable oportunidad de asistir al conocimiento de cierto tipo de comportamientos en la inconsciente e inconfesable intuición de que se trata de "pecados" en los que cualquiera de nosotros podría haber incurrido.

Estoy seguro de que casi todos conocemos a personas que han hecho, hacen o harían cosas semejantes. Personas a las que, a pesar de todo, seguimos considerando respetables. Quizá nosotros mismos también podríamos reconocernos en análogas situaciones. Pero el indiscreto espejo social en el que devienen casos como el de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, José Ángel Fernández Villa -UGT-, Ramoncín, Jesús Gil, Rodrigo Rato, y tantos otros, muchos de ellos prototipos de aquellos memorables listillos del barrio o del colegio, evoca en sus conciudadanos despectivas e intensas emociones de resentimiento, desprecio e incluso odio ante la imperdonable osadía de haber sucumbido a la tentación de comportarse de un modo "humano, demasiado humano", con ambiciosa, egoísta y manipuladora vulgaridad. Como si este tipo de conductas procediesen de otra galaxia, ajenas a una salvaguardada e intachable moralidad de espectadores y críticos del acontecer social.

A mi entender, en el fondo, lo que la sociedad en su conjunto no perdona en casos como el de la Infanta y su marido es haber pasado de representar el idílico cuento real entre una princesa y un deportista de élite a la torpe indigestión en que nos sume la inflación de la propia imagen y una desmedida ambición, transformando a dos admirados actores de la prensa amarilla en incómodos e inquietantes espejos de la verdad, por ello "merecedores" de ser colectivamente apedreados, a menudo con gran saña, en un afán inconsciente de evitar el penoso auto-reconocimiento de algunas de nuestras propias y colectivas debilidades.

Compartir el artículo

stats