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Javier Morán

El Cormorán

Javier Morán

Palabras del hijo

Al empresario taurino Zúñiga le ha asignado el Ayuntamiento tres años más para organizar los festejos. No vamos a entrar en la necesidad de que perviva o se extinga la fiesta de los toros, sino en unas declaraciones de su hijo que causaron grandes reacciones el pasado verano y que nos pillaron con el cuello retorcido y sin poder reaccionar. El tal hijo manifestó que era más peligroso llevar a un niño a un desfile del Orgullo Gay que a una corrida de toros. Vamos a razonar sobre esta cuestión para ver si es cierta o no, pero antes explicaremos por qué no entramos directamente en la materia de la fiesta nacional. De hecho, nos interesan menos los toros desde las reformas de la dictadura, pero no de la de Franco, sino de la de Primo de Rivera, ya que a finales de los años veinte el citado personaje estaba en Aranjuez atendiendo a una corrida en compañía de una dama europea de alta alcurnia. En una de éstas, el toro se situó muy cerca de la barrera ocupada por ambos y allí mismo destripó a un caballo, cuyos intestinos acabaron cubriendo el cráneo del dictador y el de su acompañante. Dicen que fue a raíz de aquello cuando se decretó el uso de petos en los caballos de picadores y dejaron de morir desfondados hasta veinte o veinticinco jamelgos por corrida. Desde entonces, y después de otros estilismo parecidos, una corrida de toros es un espectáculo elegantísimo, y más si nos detenemos en una plaza tan benevolente como la de Gijón. Por ello nos interesa hablar de los peligros en el Orgullo Gay. Tendrá que ser en otro momento porque el espacio se nos ha esfumado. Perdonen ustedes.

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