Si esta región fue nefasta noticia hace años como origen de la dinamita del 11-M, póngase hoy Gijón en el peor de los escenarios, si como reclaman los ganadores de sendas sentencias judiciales se hace preciso dinamitar la depuradora de El Pisón y la regasificadora del Puerto, dos inmensas moles de hormigón en las que se enterraron muchos cientos de millones de euros. Independientemente de que ambas obras sean razonables o necesarias -si hay que echar abajo la Plantona al Ayuntamiento le caerá una multa multimillonaria de Europa por no cumplir la normativa comunitaria de saneamiento- los cerebros privilegiados que planean las ubicaciones de infraestructuras de semejante tamaño y riesgo deberían ser más cuidadosos de cumplir la normativa vigente. A ver si vamos a convertir ahora Gijón en un polvorín, que la piqueta es insuficiente, con cuidado de que la chispa no alcance a la Campa Torres y volemos todos por los aires.