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Un chiste al cuento

En este país somos un poco torpes a la hora de solucionar problemas de envergadura, véase la formación de un Gobierno, por ejemplo. Otra cosa es la facilidad con la que nos tomamos la triste o dramática realidad a chirigota. Y no hay mejor chirigota que el chiste. Pródiga en chistes es nuestra ciudadanía y gracias a ellos liberamos parte de la mala leche que se nos va acumulando.

Vaya éste en relación con la terquedad de los grupos políticos y la particular visión que el ciudadano de a pie tiene del infructuoso juego con el que pretenden acostumbrarnos. Dice:

"Iba un tipo en su utilitario y de repente le salen al paso un grupo de personas que le obligan a parar. Se acerca el más corpulento, y el conductor abre ventanilla. Le pregunta el portavoz del grupo: '¿Usted es de derechas o de izquierdas?'. El conductor lo mira de reojo, no sabe por dónde le saldrán en relación con lo que responda, pero no le queda otra, y como vio más de una gomina en los cabellos del grupo respondió: 'De derechas'. Ni tiempo le dio a defenderse, le sacaron del coche y le dieron una paliza de padre y muy señor mío.

"A duras penas y con cardenales en medio cuerpo se subió el hombre a su coche. Arrancó y tiró para adelante con unas ganas enormes de llegar a casa y tomarse dos paracetamoles con un Cola Cao. Pero, mira tú, que dos kilómetros más allá, otra patrulla y ¡alto! Otro grandullón con cara de gorila que se le acerca. De nuevo abre la ventanilla. Y la pregunta: '¿Es usted de izquierdas o de derechas?'. Escarmentado, miró y remiró el maltratado conductor al personal que lo extorsionaba. Vio ropas de low cost, alguna coleta, mujeres con niño, hasta algún libro sobresalía de los bolsillos, no lo dudó, y la respuesta: 'De izquierdas'. Buena la armó, le dieron como para el zorro.

"La noche se le echaba encima y amenazaba lluvia. Hizo de tripas corazón y volvió al volante. Despacito, eso sí, pues con los moratones en los ojos la visión se reducía notablemente. Maldijo su suerte, y no veía el momento de enfilar su calle, llegar a su casa y, en vez de paracetamol, subiría al nolotil y dos Cola Cao. Pero, queridos, cuando la cosa está en manos del demonio, no hay dos sin tres. ¡Pare! Paró, bajó la ventanilla, y la pregunta: '¿Es usted ciudadano de izquierdas o de derechas?'. El hombre recurrió a su inteligencia, no a la observación, ni siquiera reparó en las formas ni en los atuendos, miró fijamente a su inquisidor y esto respondió: 'Mire, yo compré un cañonín y hago la guerra por mi cuenta'".

No reaccionaron y el hombre, por fin, llegó a su casa. Tomó el Cola Cao con sus analgésicos e hizo el firme propósito de salir al día siguiente, a primera hora, a comprarse un cañonín.

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