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Secretario general en el primer mandato de Vicente Gotor y director jurídico municipal en el Ayuntamiento de Santander

Vicente Gotor, Rector Magnífico

Retrato personal de quien ha liderado la Universidad de Oviedo durante los últimos ocho años

Conocí a Vicente Gotor hace ya una década y media, aproximadamente. Recuerdo que fue a la salida de una entrega de premios extraordinarios de doctorado, cuando nos saludamos por primera vez en el antiguo Caserón. Él por aquel entonces era director del Departamento de Química Orgánica e Inorgánica; yo, un joven investigador, a media carrera académica.

No sé por qué extraña razón, Vicente se quedó con esa idea de mí: me veía como un joven, al que le gustaba tutelar, temeroso quizás por la impericia de mis actos; y al que también regañaba, cuando era preciso, pues el actual Rector, más bien parco en halagos, siempre confió en obtener lo máximo de sus colaboradores a base de recordarles que los resultados se conseguían con: "trabajo, trabajo y trabajo". Esa máxima, que uno podría imaginarse que figuraba impresa a fuego en sus propias carnes, dejaba entrever, a las claras, la forma en la que él se había forjado a sí mismo a lo largo de los años y, sin duda, definía su forma de hacer y de ser.

Fue en aquel primer encuentro, cuando el profesor Gotor me invitó a sumarme a lo que él vino siempre a denominar la "masa crítica"; corriente de opinión que fue cultivando a base de innumerables reuniones, que le sirvieron para conocer, casi uno a uno, a todos cuantos componen los distintos colectivos de nuestra Universidad.

En el curso académico siguiente, Vicente se enfrentaba por primera vez al reto de convertirse en Rector de la Universidad de Oviedo; y aunque, contra pronóstico, casi llega a producirse la sorpresa, las circunstancias decidieron, finalmente, que aún no era su momento. Pude comprobar entonces la rapidez con la que era capaz de restañar cualquier herida: recuerdo así su presencia de ánimo en la noche electoral, cuando nos acercamos a felicitar al proclamado Juan Vázquez; creo que ni siquiera en aquel momento se le pasó por la cabeza la idea de no volver a intentarlo. Al contrario, pocos días después, las reuniones que acostumbrábamos a celebrar los viernes en la Facultad de Química, volvían a tener lugar.

Tras un trabajo intenso en los cuatro años siguientes, Vicente Gotor obtuvo en las elecciones de 2008 el mejor resultado que un candidato a Rector de la Universidad de Oviedo había logrado nunca (solo mejorado cuatro años después, por él mismo); y ello, pese a enfrentarse, a mi juicio, a una de las candidatas más preparadas para disputarle el cargo, como era la Catedrática de Derecho Internacional Público, Paz Andrés.

El día 8 de mayo de ese año, tomó posesión del cargo, poniendo broche a una dilatada carrera personal. Su trayectoria como docente, labor que nunca quiso dejar abandonada, ni aun siendo Rector; su contrastada experiencia en cargos de gestión académica y, en especial, su consagración como uno de los químicos con mayor prestigio e impacto en sus publicaciones le otorgaban especial condición para volcarse en un último servicio a su querida Universidad de Oviedo.

Yo tuve la fortuna de transitar con él gran parte de su primer mandato. Fueron años de gran ilusión y pienso que de importantes logros, en un contexto que ya empezaba a ser complicado por las apreturas económicas, que aún hoy perviven.

En esos años he conocido a un Rector que siempre inculcó a su equipo de gobierno que "la Universidad es un fin y no un medio para conseguir propósitos personales". Un Rector que practicó la austeridad a ultranza y que huía de lo superfluo.

También he visto a una persona accesible en el trato, que nunca puso filtros o la más mínima excusa para recibir a nadie en su despacho. Al contrario, aunque supiese de antemano que debía decir que no a lo que le requería, se reunió con todos lo que necesitaban trasladarle una necesidad, un problema o una queja.

Vicente se mostró siempre como un ser reflexivo. Se tomaba su tiempo para decidir ciertas cuestiones. Pulsaba al máximo el estado de las cosas. Siempre quiso conocer la opinión de todos sus colaboradores. Aunque, en realidad, a quien escuchaba de veras era a su amigo Conce (que en paz descanse), al que otorgó la mención honorífica de ser "su asesor"; un título, sin duda merecido, ya que en su saber sereno el Rector vino a apoyar algunas de sus decisiones más sensibles.

Creo que es justo decir del profesor Gotor que ha sido un gestor valiente y en absoluto acomodaticio, que supo romper con ciertos recelos y no pocas inercias. Logró así la transformación de las antiguas escuelas y facultades, creando nuevos centros que han ganado fortaleza y, sin duda, una mayor visibilidad y capacidad competitiva.

Fue el Rector que, a su vez, consiguió, en tiempo récord la implantación del plan Bolonia y la transformación de las titulaciones. En este punto, Vicente no cejó en involucrar a toda la comunidad universitaria, en un esfuerzo, casi titánico, donde los centros y directores de departamento han prestado una ayuda sin igual, dados los importantes retrasos que se habían producido hasta el momento.

Pero quizás, si hubiera que preguntarle a él de qué se siente más orgulloso, nos diría que de haber logrado el Sello de Excelencia para la Universidad de Oviedo.

Podrá pensarse que la crisis económica posterior desvirtuó ese éxito, y que no se recibieron las ayudas a la investigación y a la docencia que en principio se esperaban. Pero es innegable que Vicente Gotor supo ilusionar a toda una región en un gran proyecto. Nos hizo sentirnos importantes a cuantos formamos parte de la comunidad universitaria. En definitiva, cohesionó a la institución con los agentes sociales, con el mundo de la empresa y el sector público, e hizo ver la utilidad y lo importante que supone apostar por una Universidad al servicio de la sociedad asturiana.

Vicente Gotor ha sido, además, un Rector leal con las Administraciones Públicas y sus responsables políticos, pero, a la vez, fue una persona firme en la defensa de los intereses de la Universidad de Oviedo. Así lo recuerdo ante hechos que viví de forma directa, como fue la reivindicación de la parcela de la Semana negra. Le costaba confrontar, porque no le gustaba, en modo alguno, hacer ruido, ni perderse en batallas estériles; pero ante todo asumía su deber con la institución.

Lógicamente, en una gestión larga, de ocho años, en la que se han tomado innumerables decisiones, las sombras o los errores también se habrán producido. Decía Goethe que "el único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada". Este Rector, sin embargo, ha hecho muchas cosas bien, y si algo está claro es que ha sido una persona que jamás practicó la arbitrariedad, y que tampoco ha sido amigo de las componendas o de la falsa retórica, sino que ha preferido en todo momento ser efectivo y directo, mostrándose siempre como él es, de forma natural; a buen seguro que la clave de su empatía es el sentimiento de honestidad que los demás percibimos en él.

Cierto es que le ha tocado gestionar en una época difícil, de estrecheces y de escasez de recursos, pero Vicente ha sido una persona que ha logrado capear el temporal y ha evitado tomar decisiones muy dolorosas que en otras Universidades no se han podido evitar.

Si su primera etapa de gobierno estuvo claramente marcada por la gestión y la política académica. El segundo, fue un mandato, casi podría decirse, de emergencia económica. Pese a ello, Vicente Gotor siempre ha logrado sacar un remanente de debajo de las piedras con el que salvar el comienzo de cada duro ejercicio presupuestario. Consiguió, además, que las nóminas llegasen siempre a final de mes, poder acometer algunas de las obras tan necesarias en nuestros viejos edificios, que la maltrecha investigación haya conseguido mantener unos objetivos mínimos; en definitiva, logró que la Universidad no se parase.

Pero, sobre todo, Vicente, tuvo una línea roja que nunca hubiese traspasado: que ningún colectivo de profesores perdiese sus plazas; pese a existir en algunos momentos una amenaza cierta de que tuviésemos que llegar a vernos reflejados en el espejo de otras universidades vecinas. Nuestro Rector ha sido un gran protector de la comunidad universitaria. Algo que probablemente no se perciba; pero son muchos los que han conseguido que su vida académica no se viese truncada por las circunstancias del momento.

En fin, he visto a un Rector que con frecuencia se llevaba los problemas con él y que pasaba noches en blanco dándole vueltas a cuestiones de solución imposible; aquí me quedo, nos decía a veces, con cierta sorna: "en la soledad del Rector". Abordaba las grandes cuestiones y también estaba pendiente de lo más nimio, llamándonos a las horas más inverosímiles para interesarse por cualquier asunto. Estaba en todo y lo sabía siempre todo. Nos preguntábamos cómo era posible; y la razón, probablemente, era la intensidad que aplicaba a su forma de vivir la Universidad.

Sé que Vicente Gotor hasta el último segundo va a seguir atendiendo el compromiso que asumió en su día. De todos modos, cuando ya pueda quitarse la pesada mochila del cargo de Rector, debería hacerlo con la firme sensación del deber cumplido. Tiene motivos más que sobrados para estar muy satisfecho, aunque, a buen seguro, su nivel de autoexigencia no le permitirá verlo en este momento.

Que no piense, sin embargo, que esto se acaba aquí. Lo que le queda por delante es mucho más importante que lo hecho hasta ahora. Le queda volcarse con los suyos; aquellos a los que siempre se les resta tiempo de atención, mientras uno está centrado en el servicio a los demás. Aquellos que se sacrificaron con uno y que fueron artífices de sus éxitos.

Después de eso, le pido al Rector que también, en alguna ocasión, nos recuerde a nosotros: a sus amigos y colaboradores. A los que estamos orgullosos de haber compartido este tiempo y de haber aprendido de él; a aquellos a los que "la Universidad nos une".

Querido Vicente, Rector, amigo: enhorabuena y gracias de todo corazón.

Posdata: recuerdo una carta que, ya hace años, imbuido por la magia de la Navidad, entregué, con la inocencia de un joven, al Rey Melchor. Le pedía en aquella misiva que ayudase a la maltrecha Universidad de Oviedo a superar las penurias que venía atravesando. El Mago de Oriente (de sorprendente parecido, por cierto, con el propio Vicente Gotor) atendió la súplica y nos trajo como obsequio un valioso regalo: nos concedió al mejor Rector posible, a un Rector Magnífico.

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