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Javier Morán

El Cormorán

Javier Morán

Oficio de tinieblas

Este último atentado de Bruselas se revela como el tercero de suma gravedad en el centro de Europa, tras los de "Charlie Hebdo" y París. Tal vez el de Madrid (11-M de 2004) y los de Londres (verano de 2005) pertenezcan a otro ciclo, con Al Qaeda todavía vigorosa y distribuida ampliamente en perversas franquicias, una de las cuales, el autoproclamado y bestial Estado Islámico, ha declarado verdaderamente la guerra al Viejo Continente. Hemos meditado antes de dar por bueno el sintagma "declaración de guerra", pero ya se ha vuelto inequívoco, y lo que más nos aterra es que Europa -entendiendo por ello la UE- presenta una fragilidad extrema, con escandalosos errores y fallos de seguridad. Pero hay más: la "construcción de Europa" -pedante expresión- sigue en pañales. Funcionó en origen, cuando con gran acierto se creó una estructura "del acero y del carbón", nuestros cimientos industriales. Pero después el carbón se fue eliminando de la dieta y el acero se lo entregamos malamente a Mittal. Ya no había Europa, aunque la unión monetaria del euro hizo sacar pecho a europolíticos y euroburócratas. Pero más tarde el penúltimo suicidio de Europa consistió en negarse a incluir en el último tratado una referencia al cristianismo, que no tiene por qué ser reivindicable únicamente en términos religiosos, sino como magnífico mecanismo que fusionó los tres grandes inventos de la Antigüedad: el monoteísmo judío, el pensamiento griego y el derecho romano. Hasta hace décadas, la Iglesia católica tenía una ceremonia llamada "Oficio de tinieblas", espectacular. Se iban apagando uno a uno los velones de un candelabro con quince llamas, hasta que el templo quedaba a oscuras. Era el momento de la muerte. Hoy vemos cómo a Europa se le van apagando las luces, incluso las más elementales de su autodefensa y protección.

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