Desde hace aproximadamente un mes se oye un runrún de modificación de impuestos en Asturias, que es algo que nos pone a temblar porque aunque decrezcan algunas imposiciones siempre hay peligro serio de que a los repúblicos se les vaya la mano hacia la carga más que hacia la liberación. El caso es que el otro día escuchamos a la consejera de Hacienda y del Sector Público, Dolores Carcedo, realizando unas espesas declaraciones sobre la materia. La cosa no sonaba bien, pero, ante todo, el contexto es confuso. Primero, porque PSOE sigue a la greña con Podemos, fuerza de la que depende para mover cualquier ficha. Y los diputados de la formación regional morada ya han indicado que, en efecto, propugnan una bajada de impuestos para los asturianos más castigados, compensable por una carga mayor sobre las haciendas más favorecidas. Esto es muy interesante, pero vulnera el realista principio de que las finanzas del procomún se sostienen más por la recaudación de muchos pocos que de pocos muchos. Además, las últimas noticia indican que los bolsillos más potentes se están yendo de Asturias, del mismo modo que futuros herederos procuran asentarse con tiempo en regiones menos castigadoras con los legados familiares, como es el caso de Madrid. En cuanto a las empresas se da un escenario semejante, al menos en aquellas que tienen capacidad estructural para huir de la voracidad pública. Por tanto, sea para cuando sea la reforma, que no se olviden nuestros repúblicos de que aquí se están quedando los que tienen incapacidad para huir, y que son los paganos de siempre.
