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Nueces de California

El plan infinito

Una reflexión sobre la mediocridad española a partir del título de Isabel Allende

Hay momentos que marcan la vida de una persona para siempre. En el caso de mi familia fue el año 2008. Era por entonces rector de la Universidad de Oviedo el profesor Juan Vázquez, y, pese a que no me había convencido (me parecía demasiado buen orador), tengo que reconocer que tomó una decisión única que cambió nuestras vidas: la universidad convocó la concesión de un año sabático, conservando el sueldo íntegro y cubriendo la docencia. Desde ese momento se engranó la maquinaria. Coincidió que unos años antes en un congreso en Lieja había conocido una profesora americana, Heidi Kuzma, que se interesó por los algoritmos de optimización que investigábamos en Oviedo, que imitan el comportamiento de grandes grupos de animales en la naturaleza en busca de comida. Heidi me abrió el camino americano. Sólo quedaba la firma del Rector Magnífico; y un día la estampó. Y como no pude agradecérselo en persona, aprovecho ahora la ocasión: ¡obrigado! Y un día, a finales del mes de junio del 2008, hicimos las maletas para cruzar el Atlántico. Emprendimos el camino, con tres hijos que apenas tenían 14, 12 y 10 años, dejando atrás familia, amigos y a nuestros perros, "Pongo" y "Légolas", que cuidaron la casa donde vivimos, y que nos esperaron cada día durante los dos años que duró la aventura.

Mucha gente nos felicitó, pero también hubo aguafiestas que nos dijeron que estábamos locos, que no tendríamos dinero suficiente, que financieramente era una mala decisión, que abandonábamos el barco, etc. Pero la decisión estaba tomada y lo teníamos muy claro. Y como no se ama a los cobardes, decidimos empezar a lo grande por Nueva York. Y nada más llegar al aeropuerto comprendimos que estábamos ante una gran experiencia, pues en el control de aduanas me mantuvieron retenido más de tres horas, dejando pasar a mi familia. La razón era sencilla: había un delincuente que tenía mi apellido, y como en USA las reglas son reglas, sólo me quedó tranquilizarme y esperar a que confirmasen mi identidad. Los aduaneros me decían: "sabemos que no eres tú, pero tenemos que confirmarlo". Una semana más tarde llegábamos a Berkeley, y nada más salir del BART, pude entrever la universidad al fondo, y sentí que California era un sitio único en el mundo, desde la costa Norte de Mendocino, donde las ballenas apresuradas surcan pacíficamente las frías aguas del Pacífico para dar a luz a sus bonitos cachalotes, hasta las aguas del Golfo, más abajo de Carpintería, donde todo se calienta y emana con fuerza la cultura mexicana. Y pudimos disfrutar a fondo de la acogedora belleza de la Nueva España, del Gran Sur y de los bosques de secuoyas gigantes; de Point Lobos, de las medusas de Monterrey y de sus osos marinos; del valle de la muerte y del desierto de los árboles de Josué; del parque nacional del Osso-Mate, de la Sierra Nevada y de Chico, capital mundial de la IPA; de las huellas de los carromatos grabadas en la caliza, del gran Oeste americano y de la fiebre del oro, de Fortuna, de Eureka, y del valle de Napa; de Neil Young y los "Crazy Horse", de los "Beach Boys", de Santa Bárbara, Santa Mónica y el bulevar de la fama; de San Diego, de San Francisco y cada una de sus cuestas; de Palo Alto, Stanford y Silicon Valley; de Berkeley y el "Free-Speech Movement"; de todo ello y de cada uno de los momentos. También de la educación en las escuelas de Albany, que enseñaron a mis hijos diversidad, creatividad y el arte de lo posible, y a mi mujer codearse con artistas de talla internacional como artista invitada en el Departamento de Práctica Artística de la Universidad de Berkeley; y a mí soñar, crecer y trabajar con científicos que sólo conocía por los libros, en la cuna de la ciencia del siglo XX y también del XXI.

Un día me enteré que Isabel Allende vivía en San Rafael. A mi entender es una escritora excelente, apasionada y apasionante, que cuenta historias únicas que atraviesan el alma de la gente. Sería la candidata perfecta al Premio "Princesa de Asturias" de las Letras. Ese año cayó en mis manos "El plan infinito", un libro que narra la historia de la familia de un predicador y que termina desarrollándose en Berkeley. "El plan infinito" es la historia de una visión, de una misión, de una pasión y de un mestizaje de culturas. Les recomiendo su lectura y concluyo con la traca final, como merece la ocasión.

Cada país tiene su plan infinito. ¿Cuál es el de España? Visto lo visto, el de la mediocridad. Estamos vaciando nuestro país de los jóvenes mejor formados, dejándonos gobernar por cínicos-corruptos y mediocres, de izquierdas y de derechas. Este no es el problema, sino el de la honestidad. En las universidades se prohíbe la excelencia por decreto y ya no existen matrículas gratis para los alumnos más destacados. Votamos y nos dicen que no vale, que estos políticos mediocres no son capaces de ponerse de acuerdo y empezar a trabajar, discutiendo las propuestas caso por caso. Nos engañan como a chiquillos, intentando explicar que la razón es exclusiva de un bando, que la película es de indios y vaqueros, y los buenos y los malos se intercambian los papeles. Nos piden repetir unas elecciones que costarán unos 200 millones de euros, cuando en España hay gente que sufre cada día privaciones. Si se repiten tienen que dimitir todos en bloque, por ineptos, y buscar otros candidatos. Estos políticos no entienden un carajo del hartazgo social. Mientras tanto, se pagan millones a mercenarios analfabetos en calzones cortos que junto al entorno se dedican a defraudar impuestos, como otros "notables" de nuestra sociedad. Y nos tratan como idiotas, mintiendo como bellacos. Y a los clubes se les aplaza el pago de deudas e impuestos, se les otorga subvenciones y se les cubre la seguridad de los eventos, para evitar que algunos descerebrados, que no han podido emigrar porque nadie los quiere, se maten entre ellos. La desigualdad ha sido tan pornográfica... Veremos cómo termina el juicio sobre el "caso Nóos" y si la Infanta recibe trato de favor, como hasta ahora. Podría ser la gota que colmase el vaso, "el ras le bol". Da igual que se trate de jóvenes indignados o de "viejetes" conservadores: mientras sigamos manteniendo esta ponzoña no habrá futuro para nadie. España sigue siendo un país de señoritos-caciques y de santos inocentes.

Cuando vivíamos en California, al visitar Universal Studios en Los Angeles asistimos a un espectáculo sobre las películas de Schwarzenegger. Todo el mundo le aplaudía pese a que por entonces era gobernador de California. ¿Se imaginan que ocurriera aquí lo mismo con nuestros presidentes? ¿A que no? No tienen los mismos abdominales y además son grises, casi oscuros. A Estados Unidos hay que ir a aprender, no a enseñar. Futuro Rector Magnífico, déjese de inventos y reactive los sabáticos. Es necesario que los profesores salgan, vean y venzan. Sólo hay un peligro: ¡que no volvamos!

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