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Alberto Menéndez

El difícil tránsito de las palabras a los hechos

Todo sigue igual que en la anterior campaña electoral en Asturias. Lógico, ya que sólo han pasado seis meses entre una y otra llamada a las urnas, con un periodo parlamentario baldío en el que, mal que le pese a la clase política, el fracaso negociador y, por lo tanto, de gestión de la cosa pública ha sido absoluto. Pero lo malo es que nada hace presagiar que las diferentes fuerzas políticas parlamentarias tengan en mente actuaciones diferentes e imaginativas que permitan acabar con el actual bloqueo político. Al menos, es la sensación que se saca del debate de ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

Negociación, ésa es la clave. Diálogo: sin duda, uno de los vocablos más utilizados durante el encuentro entre los números uno de las cuatros grandes fuerzas políticas asturianas. Pero el desarrollo posterior, la concreción, el tránsito de las palabras a los hechos, queda desdibujado. Quizá porque, aunque todos sean conscientes de que el mapa político va a cambiar poco, cada uno espera que sean los otros los que cedan a la hora de llegar a acuerdos.

Los pactos poselectorales que defendieron los diversos candidatos fueron exactamente los mismos que se vienen planteando por las diversas organizaciones desde el 20-D, con los resultados ya conocidos. Por supuesto que la política de alianzas no depende de los representantes de las autonomías, pero quizá no estaría de más que las direcciones nacionales de los partidos les facilitasen el trabajo y concretasen más cómo se puede salir del actual atolladero para que cuando los ciudadanos acudan a las urnas sepan, más o menos, a qué coalición poselectoral puede acabar yendo a parar su voto.

De acuerdo a los últimos sondeos electorales, entre ellos el del CIS, el PSOE (con "sorpasso" de Unidos Podemos o sin él) va a tener la llave del futuro Gobierno. Que no quiera moverse en este momento, que mantenga líneas rojas que hacen inviable su apoyo a uno y otro lado del espectro político parece normal, pero, ¡cuidado!, no vaya a ser que esa ambigüedad calculada le acabe perjudicando más que beneficiando.

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