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Prieto, un político asturiano para la historia

Vida y obra del socialista, a propósito de la exposición inaugurada en Trascorrales

Tras varias tentativas fallidas, dilaciones y otras dificultades, se abre al público una exposición en Trascorrales (Oviedo) sobre Indalecio Prieto Tuero prevista inicialmente para recordar el cincuentenario de su muerte, ocurrida en México en 1962. Aun con demora, bienvenida sea en 2016, en su ciudad natal, si sirve para dar a conocer algo de la extraordinaria figura de este socialista asturiano, uno de los políticos más destacados de la España del siglo XX y hoy algo olvidado, incluso por sus correligionarios. Su gran capacidad para aunar voluntades, para pactar y acercar a su partido a las fuerzas republicanas de cambio bien podría servir de ejemplo en unos momentos como los actuales, con unos partidos encastillados en sus posiciones sin conocer los significados de las palabras discutir, transigir, pactar?

Nacido en Oviedo el 30 de abril de 1883 en la calle Magdalena, pronto tuvo que abandonar la capital asturiana. La temprana muerte de su padre, Andrés Prieto, oficial en excedencia del Ministerio de Hacienda y contador del Ayuntamiento de Oviedo, en 1888, dejó a la familia en situación económica precaria. Su madre, Constancia Tuero Vega, natural de Villaviciosa, trató de sacar adelante a sus tres hijos, abriendo una casa de huéspedes en una buhardilla de la calle Rosal, a donde la familia debió trasladarse, y que no funcionó. En busca de otro futuro, la familia dejó Oviedo a fines de diciembre de 1890 y se instaló en Bilbao, a primeros de enero, en el barrio de las Cortes, el "más típicamente obrero de Bilbao", según el propio Prieto. Allí se fue formando su espíritu, identificándose pronto con el ambiente. Especial influencia tuvo en su formación el Centro Obrero que había cerca de su casa que fue, según confiesa, su "cátedra de Sociología".

Al cumplir los dieciséis años, ingresó en el Partido Socialista y trabajó de pinche en el semanario "La Lucha de Clases". Estudió taquigrafía en una cátedra gratuita sostenida por la Diputación, en la que al tiempo que se instruía en el oficio tuvo también un aprendizaje político, pues recibía las lecciones con un tomo del Diario de Sesiones del Congreso que recogía los debates en torno al proyecto de Constitución de 1869, con intervenciones de políticos como Castelar, Salmerón, Cánovas, Sagasta, Pi y Margall? Comenzó a trabajar como taquígrafo en "La Voz de Vizcaya" y en 1901 entró en la redacción de "El Liberal de Bilbao", periódico del que llegaría a ser director y propietario, siendo la de periodista una profesión que nunca abandonaría.

Siempre en las filas socialistas, su primer cargo político fue el de diputado provincial de Vizcaya, de 1911 a 1915. Fue luego concejal del Ayuntamiento de Bilbao y en 1918 salió elegido diputado a Cortes por Bilbao, cuando estaba expatriado en Francia por su implicación en la huelga general de agosto de 1917.

Instalado en Madrid, Prieto se fue convirtiendo en una figura de relevancia no sólo en su partido sino en el ámbito político nacional. Opositor, contra la línea mayoritaria del PSOE, a la Dictadura de Primo de Rivera, participó a título personal en el llamado "Pacto de San Sebastián", sellado en agosto de 1930 por casi todos los partidos republicanos, para elaborar una estrategia que pusiera fin a la Monarquía y diera paso a la República. El PSOE y la UGT se incorporaron más tarde y tres de sus miembros, Fernando de los Ríos, Francisco Largo Caballero y el propio Prieto, entraron en el denominado Comité Revolucionario, que constituyó el primer Gobierno Provisional de la República, al proclamarse ésta en la histórica y esperanzadora fecha del 14 de abril de 1931.

Prieto desempeñó en ese primer Gobierno el Ministerio de Hacienda, de abril a diciembre de 1931, y a pesar de tan breve periodo, Juan Velarde Fuertes lo incluye en una corta lista de los mejores ministros de Hacienda del siglo XX. Se sentían en España los efectos del gran "crack del 29" y, no obstante, Prieto supo, en palabras del profesor Velarde, resolver "problemas acuciantes, coyunturales, de momento, pero con medidas tales que quedan soluciones permanentes para el conjunto de la Nación".

Más destacada fue su labor en el Ministerio de Obras Públicas, en el que desarrolló una política de largo alcance, al punto que alguno de sus proyectos fueron aprovechados por el Gobierno de Franco, que se los atribuyó como propios, caso del llamado "Plan Badajoz", un plan de riegos culminado en 1956. Su Plan Nacional de Obras Hidráulicas fue un hito en esa materia y básico para la transformación de la política agraria, lo mismo que su actuación en los enlaces ferroviarios de los grandes núcleos urbanos. La prolongación de la Castellana y la construcción de los Nuevos Ministerios en Madrid fueron trascendentales en el desarrollo urbano de la capital de España.

También benefició a Asturias. Entre otras obras se hicieron importantes mejoras en los puertos de Lastres y Tazones, y la cubrición de la conocida como "Trinchera de Renfe", realizada más tarde, fue programada bajo su gobierno. En el Ministerio tenía Prieto como subsecretario al socialista ovetense Teodomiro Menéndez, con el que le unía una estrecha amistad. Fue Prieto para los socialistas asturianos una continua referencia y entre ellos tuvo a algunos de sus mejores amigos y seguidores, como Amador Fernández o Belarmino Tomás.

El 13 de mayo de 1933, siendo ministro, viajó Prieto a su Asturias natal, acompañado de sus tres hijos, y fue recibido en olor de multitudes. Durante su estancia en la capital asturiana, Prieto rememoró la primera visita que hizo a su ciudad natal en 1916, cuando ya era un político reconocido en Vizcaya. Había acudido a un mitin en Gijón por encargo de la UGT y el Comité socialista ovetense se empeñó en que diera una conferencia en Oviedo. Cuando llegó al salón del Centro Obrero, éste estaba totalmente vacío y sólo sacando a algunos militantes de las secretarías donde trabajaban se pudo reunir "un exiguo auditorio, ante el que pronuncié -cuenta Prieto- una de mis más vibrantes oraciones, como si me hubiera escuchado la ciudad entera".

Durante la guerra civil, Prieto fue ministro de Marina y Aire en el Gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1936 a mayo de 1937), y de Defensa en el primer Gobierno de Negrín (mayo de 1937 a abril de 1938). En aquellos difíciles momentos, en medio del fragor de la guerra, Prieto hizo uno de los primeros llamamientos públicos a que las milicias no respondieran con violencia y represalias ante las noticias de represión ejercidas por los rebeldes: "Ante la crueldad ajena, la piedad nuestra; ante todos los excesos del enemigo, nuestra benevolencia generosa? ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra conducta moral; superadlos en vuestra generosidad. [?]. Pido pechos duros para el combate, duros de acero [?]; pero corazones sensibles, capaces de estremecerse ante el dolor humano y de ser albergue de la piedad, tierno sentimiento, sin el cual parece que se pierde lo más esencial de la grandeza humana" (8 de agosto de 1936). Ya casi al final de la guerra, en diciembre de 1938, en un discurso pronunciado en Santiago de Chile, recordó esta su primera llamada a la piedad y cómo no había habido reciprocidad en el campo contrario: "Pido que se me exhiba una sola palabra de piedad pronunciada por los rebeldes".

El final de la guerra sorprendió a Prieto camino de México y desde la capital azteca no cesó en sus esfuerzos por proporcionar a los exiliados españoles todo el socorro que le fue posible, a través de la JARE (Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles), creada por la Diputación Permanente de las Cortes, en julio de 1939, a instancia suya. No olvidó tampoco a los que habían quedado atrapados en Asturias y colaboró activamente en la operación que consiguió sacar por el puerto de Tazones a los últimos guerrilleros socialistas en 1948.

Su actividad política no decayó ni un momento, pese a los graves achaques de salud y a una vista cada vez más deteriorada. Sus intentos por conseguir la restauración de la democracia en España le llevaron al encuentro con los monárquicos, entrevistándose en Londres con su otrora gran rival, José María Gil Robles, en octubre de 1947, siendo recibidos por el ministro inglés de Estado, el laborista Ernest Bevin. Fruto de esas conversaciones fue el llamado Pacto de San Juan de Luz, suscrito el 30 de agosto de 1948 por el PSOE y la Confederación de Fuerzas Monárquicas, aunque el encuentro, por las mismas fechas, entre Juan de Borbón y Franco, y la venida unos meses después de su hijo Juan Carlos a España, no dio más recorrido al acercamiento. La revocación por la ONU el 4 de noviembre de 1950 de la sanción impuesta al régimen de Franco en diciembre de 1946, condujo a Prieto a presentar la dimisión de la presidencia del Partido y de todos sus cargos el 6 de noviembre de ese año.

Prieto no olvidó nunca sus raíces asturianas y tuvo siempre a su tierra de origen muy presente. En el curso de la guerra, gracias a una intervención directa suya no fue destruida la imagen de la Virgen de Covadonga, guardada en la embajada española en París.

Miguel Maura, un político emplazado en el polo opuesto de Prieto, hizo uno de los retratos más elogiosos de su figura. "He conocido pocas, poquísimas personas más abnegadas, más prontas a sacrificarse por sus amigos, más dadas a la compasión, más desinteresadas, en una palabra, más buenas, que Indalecio Prieto", escribió Maura en un libro publicado en 1962.

En la exposición que ahora se inaugura se va a poder contemplar una talla de Indalecio Prieto hecha por su gran amigo el escultor ovetense Sebastián Miranda. Pertenece a la Fundación Indalecio Prieto, fundada con el legado de su hija Concha Prieto Cerezo, y entre cuyos fines está el mantenimiento del recuerdo de su figura y de su obra política e intelectual, su influencia en la vida política española y su permanente defensa de la democracia en España, así como la defensa de los derechos humanos y de los principios democráticos y el fomento de la tolerancia. La Fundación Indalecio Prieto, presidida por el asturiano Alonso Puerta, conserva una valiosa documentación personal y pública que perteneció al político socialista, así como legados de otros políticos socialistas, que constituyen una fuente primaria e imprescindible para el estudio de nuestra historia.

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