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Cien líneas

Vaya día

El presidente John Adams, uno de los padres fundadores, escribió a su esposa Abigail diciéndole, a propósito de la declaración de independencia, que "será ésta la época más memorable en la historia de América. Creo que será celebrada por las sucesivas generaciones. Debe ser conmemorado como el día de la liberación, por los actos solemnes de devoción a Dios Todopoderoso. Debe ser solemnizado con pompa y desfiles, con espectáculos, juegos, deportes, armas, campañas, fogatas e iluminaciones, desde un extremo de este continente a otro, de ahora en adelante para siempre". Acertó de lleno y no porque tuviese una bola de cristal si no porque era consciente de la fuerza superior de los valores que encarnaban los capitanes de la nueva nación.

Por eso EE UU no ha padecido ninguna dictadura desde su nacimiento allá por 1776, tal día como hoy.

Por eso EE UU es el país más rico del planeta, donde hay más justicia y libertad, meta para millones de personas sin que se sepa de nadie que haya salido por pies de la gran nación americana buscando paraísos en la Cuba castrista, en la China maoísta, en la Francia cripto trotskista o en la Rusia bolchevique salvo Oswald pero bien sabemos cuál era su horizonte.

¿Qué valores? Los propios de la filosofía liberal. Y, paralelamente, el universo cristiano porque, ya se sabe, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Nunca falla. Es evidente por qué todos los liberticidas del globo detestan a EE UU.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente la suite "La primavera apalache", de Copland).

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