En el último comité federal del PSOE Pedro Sánchez anunció que este partido se iba a la oposición. También adelantó que los diputados socialistas votarían no a la investidura del popular Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Algo contradictorio, ya que ambas cosas son incompatibles. Para que Sánchez se convierta en jefe de la oposición es necesario que antes haya un Gobierno y si los socialistas mantienen su rotundo rechazo al líder del PP no habrá nuevo Ejecutivo. O el secretario general del PSOE cambia de estrategia y admite que su grupo parlamentario o al menos parte de él se abstenga en la sesión de investidura o no llegará a ser jefe de la oposición como anhela.
Lo cierto es que ayer, por primera vez, Pedro Sánchez dejó entrever la posibilidad de que los socialistas acaben dejando gobernar a los populares. "A día de hoy", dijo, "el PSOE se reafirma en su voto contrario a Rajoy". Es decir, que del "no es no" se ha pasado al no "a día de hoy". Por supuesto que no es nada definitivo, que simplemente pudo ser un desliz, pero viendo cómo ha medido hasta ahora sus palabras Sánchez es una expresión a la que hay que dar un cierto valor.
Mientras tanto, varios barones y un gran número de antiguos dirigentes del Partido Socialista le están allanando el camino al actual secretario general para que finalmente permita al PP gobernar en minoría, toda vez que cualquier alternativa de centro-izquierda parece ya totalmente descartada.
Tras las dos derrotas electorales consecutivas del PSOE, y además con los peores resultados de su historia, Pedro Sánchez es consciente de que su futuro político una vez se sustancie el debate de investidura (si es que se sustancia) no es lo que se dice muy halagüeño; y que su estatus de jefe de la oposición puede acabar siendo muy efímero. Es lógico por lo tanto que busque alguna salida que le dé algo de aire para afrontar en las mejores condiciones posibles el proceso congresual del PSOE previsto para el otoño.
