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Cien líneas

A temblar

Entras en el canal ético que va a disponer el Principado -¿qué nombres merecen el resto de las vías administrativas?- y largas todo lo que sabes sobre corrupción que, según quién, puede ir desde un volumen como el Espasa completo a lo propio de la biblioteca de Alejandría en su conjunto. ¿Y qué?

No firmas la jugosa delación -porque de momento parece ser que se admitirán denuncias anónimas- y todo va a la papelera o se utiliza como munición en las guerras entre los distintos clanes y bandas que pueblan la cosa pública.

Firmas, si al final la ley en curso así lo exige, y te la cargas para siempre jamás porque tu nombre, por muy protegido que esté, según prometen, correrá de boca en boca entre los mandarines y ya puedes hacer las maletas y a vivir a Tasmania lo más cerca. Ya lo dijo en su día Rubalcaba, si te vuelves te la clava: lo saben todo de todos de manera que ya me dirán cuál puede ser el futuro de quien ose denunciar a los sinvergüenzas de alto copete por muy testigo protegido que sea.

Estamos hablando de la futura Ley de Transparencia y Buen Gobierno -no, por favor, no se rían- que incluye la Oficina de Buen Gobierno y Lucha Contra la Corrupción -ji, ji, jiii- de la que dependerá el susodicho canal ético -me parto, me parto- y todo para colocar a unos cuantos amiguetes más y que la elefantiásica administración, cargada de nuevas arrobas, sea aún más eficaz frustrando cualquier denuncia.

Ojo, en una de estas enlazan el canal ético asturiano con el Pokémon Go planetario y las purgas pueden superar a las tragicómicas de Erdogan.

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