Todo sigue igual que hace siete meses. Han cambiado los números, pero no las actitudes. Sólo parecen contar los intereses partidistas. Y España sigue con un Gobierno en funciones, a menos de medio gas. Y lo que es peor, sin trazas de que la situación se desbloquee. No hay líder político que no reniegue de unas posibles terceras elecciones, pero lo cierto es que esa posibilidad está ahí y que no se está haciendo lo mínimamente necesario para evitar que estos nuevos comicios acaben siendo una realidad.
No es que nada haya cambiado, es que no hay visos de que ello pueda suceder. Pueden argumentar lo que quieran, pero la realidad es que la decisión final de lo que vaya a pasar corresponde al PSOE. O se abstiene y facilita un Gobierno del PP, o intenta buscar de nuevo una alternativa con Pedro Sánchez como presidente o se mantiene en sus trece y aboca al país a acudir nuevamente a las urnas. No hay otras opciones.
Para que la segunda de las alternativas pudiera salir adelante sería necesario conjugar los intereses de grupos tan distantes entre sí como la derecha que representan el PNV o la antigua Convergencia con los populismos de Podemos y sus socios autonómicos o los independentistas de Esquerra Republicana. A pesar de ello numerosos dirigentes socialistas, todos cercanos a Pedro Sánchez, ya se han decantado por esta opción para el caso de que Rajoy no acepte el encargo de formar gobierno, que es lo que parece que va a hacer esta misma semana, una vez que acabe la ronda de contactos del Rey con las diferentes fuerzas políticas.
Un sector del PSOE, en el que se incluye la dirección de la Federación Socialista Asturiana, está preocupado por la estrategia que pueda adoptar Sánchez. La ejecutiva de la FSA viene discrepando del líder nacional del partido desde el batacazo electoral del pasado 20 de diciembre, el peor resultado del partido desde la instauración de la democracia; que, eso sí, se quedó corto ante la derrota del pasado 26 de junio.
