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La esencia de Asturias

Puede que también le suceda al lector. Hay momentos en la vida que uno querría recordar de una forma especial: conservar las sensaciones, los sentimientos e incluso los olores que rodean a una situación. Entonces, y aprovechando la tecnología, procede a grabarlo con su teléfono móvil, con la inútil esperanza de capturarlo para siempre, lo cual es un sinsentido porque de repente se encuentra interponiendo una pantalla entre la vida real y uno mismo. El resultado suele quedarse perdido en la memoria del dispositivo. ¿Cómo se puede almacenar algo tan intangible como una esencia?

A mí me pasa con el momento de la salida del Descenso Internacional del Sella. Es un acto tan bonito, con tantos matices y de tal carga emocional que resulta muy tentador querer atraparlo. Es un fogonazo, una chispa de vida y asturianía concentrada en unos minutos. El Sella es Asturias y Asturias se refleja en el Sella. "Que no hay fiesta más alegre, ni más movida y galana, ni con más bello paisaje, ni esencia más asturiana...", reza el pregón.

No sólo es hermosa. Es también un compendio de lo que es Asturias: agua, verde, montaña, imaginación, cultura, amor propio, fiesta, ironía... La fiesta de Las Piraguas nace de la mente de un hombre, Dionisio de la Huerta, que supo entender y expresar nuestra esencia. Por eso montó una gran celebración a escala humana, en la que la gente fuera la protagonista y en la que la tierra estuviera presente en todo momento. Creó una historia de la nada. Eso que tanto buscan hoy los genios y las marcas, una historia con valores a la que ligarse. Nosotros tenemos una de un valor incalculable, y estamos obligados a cuidarla.

La fiesta del Sella cumple 80 años. Tras unos inicios interrumpidos por la Guerra Civil, creció hasta consolidarse como de interés turístico internacional. Pasó una etapa oscura, en la que los comercios tenían que tapiar sus escaparates y los padres no dejaban salir a sus hijos y, en los 2000, evolucionó de tal forma que fue necesario reordenar la logística para poder asimilar la cantidad de personas que se acercaba hasta el Sella.

Hoy, la prueba ha bajado en asistencia, pero a cambio ha encontrado una corriente que quiere devolver el esplendor de los inicios. Colectivos como Los Tritones, de Infiesto, Selleros de Arriondas, Los Botijos de Cangas de Onís y Entaina Ribeseya, de Ribadesella están trabajando en coordinación con el Comité Organizador de la prueba para tratar de recuperar las tradiciones que se habían perdido por el camino. Las banderas en las ventanas para saludar a los campeones, el chaleco y la montera picona, los collares... Y el desfile previo a la prueba. Si uno ve las imágenes del Nodo disponibles en Internet, comprenderá la magnitud de la fiesta popular.

Entronca este movimiento tradicionalista con la presidencia de Juan Manuel Feliz. Feliz, parragués y ganador de Sella en 1968, es un tipo de mentalidad abierta y con mundo a sus espaldas. Y, lo principal, con ganas de hacer cosas. De la Huerta y Emilio Llamedo marcaron el camino.

Pero nos corresponde a todos los que amamos esta fiesta tirar del carro. A las instituciones públicas en primer lugar. Tenemos un tesoro que cumple 80 años. Que genera una buena imagen para Asturias, tiene un componente deportivo, lúdico y turístico. El Descenso del Sella se debe cuidar y trabajar, para atraer cada año a más gente de más lugares del mundo (en esta edición, son 20 los países representados entre los 1.156 palistas que participan). Para llevar esta historia más lejos, es necesaria una involucración total de todos los actores.

También de los que acudimos como espectadores, ya sea desde el respeto por las tradiciones o desde el disfrute de la fiesta en todos sus aspectos. Es muy fácil recoger lo que otros sembraron, pero en la vida llega un momento en el que toca tirar del carro e involucrarse más allá de tomar copas. De otra forma, y sin un relevo generacional, la fiesta tal y como la conocemos terminará por desaparecer.

Cuando termina el Asturias patria querida y los deportistas llenan el río de color y de movimiento, a uno se le humedecen los ojos, porque acaba de presenciar un espectáculo único que le pone ante el espejo de lo que es. Cara a cara con su esencia y la de su tierra. Los versos finales del pregón, difíciles de oír entre el griterío, dicen: "y quien tenga ojos que mire y ponga a mirar el alma, y diga si no es hermosa la fiesta de las piraguas". Cultivemos nosotros el alma de la fiesta, que al final es la nuestra. Seamos así también guardianes de las esencias del Paraíso.

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