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Graduado de la Academia Olímpica Internacional

Río 2016: la organización, un aprobado

Vistas las reacciones parece que había gente que esperaba que la organización de los Juegos de Rio estuviera a la altura de los de Pekín o Londres. Seamos realistas, sería como si vamos de viaje a un país en vías de desarrollo y esperamos que el transporte funcione con los mismos estándares que el tren bala en Japón. Iluso, bastante iluso. Cabe la comparación, y solo parcialmente, con los Juegos de Atenas. Culturalmente tanto en Grecia como en Brasil los ámbitos familiares y sociales priman sobre los profesionales y eso tiene impacto a la hora de abordar la gestión de un evento de la complejidad de unos Juegos Olímpicos. El gusto por la improvisación y la percepción de la urgencia solo cuando ya es tarde también une a los dos países. Pero las comparaciones prácticamente terminan ahí. Grecia como miembro de la Unión Europea estaba familiarizada con cierto grado profesionalización en muchos ámbitos con anterioridad a los Juegos, y no se enfrentaba en 2004 a retos del tamaño de los que tiene el Brasil actual: pobreza e inseguridad por nombrar dos de los principales pero también otros tan básicos y superados en Europa como el saneamiento de aguas.

En ese marco, la organización de Rio se ha centrado en priorizar lo más substancial: que las áreas de competición, la seguridad y el transporte funcionaran lo mejor posible. En todos ésas áreas ha habido algún problema (el transporte a la zona de Deodoro lleva dos horas y media), deficiencia (el agua verde en las piscinas) y algún susto (que se lo digan a los nadadores de EEUU que fueron asaltados), pero en general los Juegos transcurren con bastante normalidad.

El nuevo metro a la principal zona de los Juegos en Barra y la consiguiente transferencia en autobús funcionan a la perfección, la presencia de militares alrededor de todas las zonas de los juegos está siendo efectiva. Si bien algo antitética con respecto a lo que los Juegos representan, desgraciadamente es algo inevitable en los tiempos actuales independientemente del grado de inseguridad ciudadana de la ciudad anfitriona.

Cuando se analizan aspectos un poco más secundarios es cuando se aprecia una distancia más grande en el nivel organizativo con respecto a Juegos anteriores. La señalización afuera de los estadios a veces es inexistente, otras veces confusa. Algunos de los accesos no está muy claro si están todavía terminados, y comprar un refresco o un bocadillo en prácticamente cualquier estadio es normalmente una operación que requiere altos grados de logística, pericia y paciencia, a veces uno prefiere pasar un poco de sed o de hambre.

Por cierto ¿alguien ha hablado del Zika desde que han empezado los Juegos? Aquí nadie. La prensa internacional le hizo un muy flaco favor a Rio poniendo el énfasis en este asunto, que nunca fue un problema real, durante los meses previos. Muchos aficionados de países donde un riesgo ínfimo para la salud se percibe como algo inasumible, EEUU a la cabeza de la lista, cancelaron sus viajes con el consiguiente daño a la sede. Esa misma prensa está siendo bastante crítica con la organización. Quizás porque Brasil gestionó el mundial de fútbol hace dos años con buena nota. Recordemos que unos Juegos Olímpicos son 28 campeonatos del mundo en la misma ciudad en 17 días. La complejidad no es la misma y las expectativas han de ser, aquí también, diferentes.

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