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Cien líneas

Encima

La historia nunca está escrita pero con frecuencia no es difícil presumirla. Ahí está Venezuela, terrible guión de lo que puede ocurrir en España en nada.

Cientos de miles, quizá millones, de personas se han echado a la calle una vez más contra la narcodictadura de los Gorilas Rojos. Manifestarse en Caracas no es como hacerlo aquí. Los pistoleros del régimen acosan a tiros a los ciudadanos, en moto y a dúo. Uno conduce y en ocasiones atropella a los que protestan, el otro dispara. El líder de la oposición está en la cárcel por delitos de opinión y la gente no tiene ni para comer. Un paso fronterizo con Colombia se abrió hace bien poco y estremecen las fotos con multitudes cruzando la raya para conseguir algún alimento. Nadie, absolutamente nadie, pasó en lo otro sentido. Como nadie saltaba el Muro de Berlín hacia el Este, como nadie circula de Corea del Sur a Corea del Norte, como nadie se lanza a un mar infestado de tiburones desde las costas de La Florida rumbo a Cuba.

La todo poderosa izquierda española sigue justificando al dictador Maduro. Y a Otegui. Por eso, decía, es fácil adivinar lo que puede ocurrir aquí en nada.

En cierta medida ya está sucediendo. El tripartito de Oviedo asiste arrobado a un recordatorio del golpe de Estado de 1934. Con la monstruosa hipocresía al uso, disfraza el gesto de acto cultural. Estoy seguro, con certeza absoluta, de que en esa cita no se calificó de golpe Estado ese golpe de Estado. Ni después los munícipes progres condenaron aquella razia bárbara que arrasó la ciudad.

Lo dicho, a la vista está la que se nos viene encima.

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