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Fernando Granda

La siesta se va con el verano

El final del verano trae, normalmente, la vuelta al trabajo y a la rutina y suele llevarse, al menos para muchos, la siesta. La polémica siesta. Mala para unos, buena para otros. La disfruten o no los argumentos sobre su implantación o práctica son variados.

Contaba el Padre Isla allá por el siglo XVIII las costumbres del convento y en un capítulo de la "Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes" relataba cómo los frailes se acostaban para la siesta. Pasados casi tres siglos de la creación de la obra, a la que la chavalería estudiante solíamos añadir al fraile la chanza "y otras hierbas venenosillas que ni los burros las pacen", la siesta sigue siendo una costumbre controvertida, denostada por unos y elogiada por otros.

Coincidieron en el tiempo, días pasados, tres célebres personajes de nuestros días que elogiaron la siesta. Por un lado Joan Manuel Serrat señalaba que no se perdía la siesta de cada día. Por otro Andreu Buenafuente, trabajador eminentemente nocturno, se mostró firme partidario de la siesta mientras entrevistaba a Pau Gasol, quien decía que salvo que un partido tuviese un horario que lo impida, aprovecha un momento del día para echarse una siesta. Para cualquiera de los tres ese sueño es reparador y sería más o menos largo según las circunstancias. Vamos, que puede ser un "pigazu" o durar horas y con sábanas.

La mala fama de la siesta le viene por ser contraria al sistema de producción actual. Dormir antes o después de comer rompe el horario productivo, lo prolonga o disminuye su tiempo de trabajo real. Aunque una parte de los expertos en cuestiones laborales señala que puede ser un sistema restaurador de energías, que evita fatigas y descansa el organismo, la mayor parte los países europeos tienen un régimen laboral que no lo permite. Eso, unido a la corriente calvinista que la denigra por incompatible a la laboriosidad, coloca a la siesta en la mofa y la ridiculiza. Y la cabezada reparadora tampoco está bien vista.

Sin embargo comienzan a oírse voces que la ponen en valor, unas por razones sanitarias, otras por motivos climáticos, también por practicidad. Y así, mientras en España, Italia, Grecia y demás países del sur continental se avienen a cuestionar el dormir la siesta, especialistas ejercientes en Escandinavia llegan a recomendarla. Consideran que previene el estrés y la presión, favorece la memoria y mejora la circulación sanguínea. A la vez que ponen como ejemplo la costumbre de las escuelas infantiles y jardines de infancia donde todos los niños duermen una pequeña siesta. Y en las horas centrales del día en el caluroso sur mediterráneo no hay quien trabaje ni al sol ni a la sombra.

El caso es que la siesta es polémica desde siempre. Lope y Cervantes la mencionaron en sus obras, el citado Padre Isla la señaló guasonamente en Fray Gerundio ("Dormida la meridiana, tomado un polvo, rezadas vísperas y completas y ya adelantada un poco la tarde?"), Van Gogh y Millet la incluyeron en sus obras y hasta la Academia Francesa la admite, como la meridiana, el sueño de mediodía, entre sus definiciones.

La palabra siesta ya la empleaban las reglas de la orden monástica de San Benito allá por el siglo XI para señalar el reposo y la tranquilidad en la hora sexta y son muchas las composiciones musicales pensadas para la siesta, sea del burro, del carnero, del borrego, del canónigo, del cura. Matinal o vespertina pero siesta.

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