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Cien líneas

Ítaca

Quién sabe. Ítaca quizá ni siquiera existe. Lo que cuenta es el viaje, suma de aprendizajes. Y azar multiplicador: buscas tesoros y encuentras a una persona que vale mil veces más que todo el oro deseado. El camino exige ir bien pertrechado. De lo contrario la aventura gozosa acaba en calvario. Estoy hablando, claro, del Real Oviedo.

El fracaso de la pasada temporada, y digo fracaso porque tuvimos a tiro el ascenso, tiene mucho de bendición. No estábamos preparados para Primera. Nos habríamos dado un batacazo de miedo.

El Oviedín venía de un ataque jamás padecido por un club de fútbol de Europa. El Ayuntamiento de la ciudad y el establecimiento entero, incluidos quintacolumnistas que estos mismos días han sido de nuevo maldecidos por la afición, intentaron por todos los medios que desapareciese. Tremendo. Peor que tremendo.

Los incondicionales resistieron y mira que padecimos una verdadera plaga de indeseables y oportunistas. La afición salvó al equipo sobre la bocina, Carlos Slim consolidó la posición y nos dio una marea de esperanzas y euros.

Venimos de ese pozo. El ascenso fue maravilloso pero, aunque el año pasado teníamos una buena plantilla, faltaba mucho por hacer. Y aún falta. De ahí el desánimo que hasta ayer corría por las gradas.

Tenemos buenos jugadores y excelente entrenador. Falta reforzar la institución. Y proyectarla. Todo lleva su tiempo. Ítaca siempre estará ahí siquiera como maravilloso sueño.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente "Cadencias", de García Abril).

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