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Sol y sombra

Sánchez, hasta el final

La osadía deja paso a la audacia, y la audacia a la desesperación. Sánchez decide resistir contra viento y marea, y, sobre todo, contra los resultados y el sentido común. En el supuesto que no pudiese salirse con la suya, algo que ya no sabemos en qué consiste, más allá de la convocatoria de un congreso para ratificar el cisma de su partido, Sánchez podría arrogarse el dudoso honor de pasar a la historia como el político del mundo sucesivamente más veces derrotado en las urnas -siete, tres de ellas en los últimos nueves meses- y al mismo tiempo más empecinado en ocupar el lugar del que frecuentemente le gana.

Su coartada ante la militancia es cerrarle el paso al "corrupto Rajoy" por eso reta a sus críticos a que manifiesten, como Felipe González, que lo razonable en una circunstancia así es abstenerse y ceder el paso al que tiene alguna posibilidad de formar gobierno en medio de este colosal esperpento. Él no la tiene, se lo han dicho de todas las maneras, pero se hace el longuis. Avanza de derrota en derrota hasta la victoria final, convencido de que el tiempo en algún momento le indicará el camino de la Moncloa.

No se trata de que Rajoy sea el presidente de un partido corrupto ni de que a él le haya llovido del cielo el supuesto papel de redentor. Pedro "el Contumaz" se ha empeñado en ser presidente de gobierno asesinando la lógica. Por el tiempo que sea, yo creo que le da igual, para tener derecho a las prebendas vitalicias del cargo. Los que le rodean hablan, con ignorancia calculada pero a humo de pajas, de "golpe de Estado" para describir la dimisión de los compañeros espantados por la deriva que está tomando el asunto. Definirlo como grotesco es quedarse corto, pero Sánchez, berroqueño, no dimite. No hay quien lo despegue de su obstinación.

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