La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cien líneas

Graciosos

El universo de los premios es puro aburrimiento, en el mejor de los casos porque en el peor y más frecuente no supera el listón de las arbitrariedades. Y cuanto más pomposos, peor.

En la cima están, ya saben, los Nobel, pura ideología aun cuando tratan de neutrinos así que se ceban a la hora de fallar los galardones de Literatura o de la Paz. Son la apoteosis global de lo políticamente correcto.

Este año están teniendo su humorada.

Un biólogo japonés se ha alzado con la distinción en Medicina por sus investigaciones sobre la autofagia. Según las explicaciones que han llegado a este rincón del planeta, traducidas de aquella manera del inglés dominante y con la actitud beata que urbi et orbi se exige ante la ciencia, el trabajo es una metáfora luminosa de su país donde llevan más de dos décadas sin crecer así que alimentándose de lo que sobra. O sobraba.

Ayer, ya saben, Nobel de Física para tres británicos por sus estudios sobre la materia exótica -sobre "los secretos exóticos de la materia" según leí por ahí- y los cambios de fase que es una forma alambicada -a mi me parece brillante- de referirse al Brexit.

A ver a quién o, mejor, a qué le dan el Nobel de Química al caer. Barrunto algo en relación con el oro ya que de forma creciente se está postulando una vuelta al noble metal como patrón. El de Economía puede ir a parar al bolsillo de un narco guerrillero de campanillas. Literatura para el negro de alguna multinacional del libro y el de la Paz, no cabe duda, es de Javier Fernández que cada día me cae mejor. Amén.

Compartir el artículo

stats