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Clave de sol

La exaltación de los mártires no es política, sino religiosa

Sorprende que personas cultas y supuestamente sensatas vean con malos ojos que la Iglesia Católica glorifique a sus mártires, aquellos que murieron por su fe sin dar un paso atrás y perdonando por anticipado a sus torturadores y asesinos. Al parecer, había que santificar también a los asesinados por una simple causa política. Difícil de entender. Honrar la memoria de los creyentes muertos no supone complacencia alguna con los desmanes de cualquier bando.

Las recientes beatificaciones en la Catedral de Oviedo, como las canonizaciones de cientos de cristianos sacrificados sobre todo al principio de la guerra civil, en una de las persecuciones más cruentas de la historia, no iban contra nadie, sino a favor de un heroico testimonio de adhesión a la religión católica.

Fue, pues, un proceso estrictamente religioso, según la pauta secular en la Iglesia Católica. Que no bendecirá cualquier persecución o tortura de ningún bando cultural o político. La exaltación de los mártires cristianos no excluye la condena de cualquier clase de violencia, lo que tampoco suprime los motivos reglados de la propia Iglesia de honrar a aquellos de sus miembros que han patentizado la fe con su sangre sin dar un paso atrás.

Pero pretender, como hemos leído estos días en algún comentarista cercano, que la Iglesia declare también bienaventurados a quienes fueron perseguidos, torturados o muertos por supuestas razones de carácter político -de izquierdas o de derechas- no es que sea sólo pedir demasiado, sino que supone una falta de información y, si se me apura, una laguna cultural.

¿Qué diríamos si, volviendo la oración por pasiva, alguien sugiriera que los mártires cristianos fueran declarados miembros de honor de un sindicato o una formación de izquierdas? Organizaciones del todo respetables y necesarias para la buena marcha del Estado democrático, pero que tienen poco que ver con testimonios martiriales o religiosos.

La tremenda realidad fue que en los primeros tiempos de la guerra civil hubo millares de sacerdotes y seglares católicos asesinados sin juicio; muchos de ellos, previa tortura. Una gratuita persecución del chivo expiatorio de siempre: la religión católica, apostólica y romana.

Los mártires de Nembra, beatificados en Oviedo la semana última dieron de algún modo motivo para estos comentarios retrospectivos de viejísimos agravios en los que ninguno de nosotros tuvimos otro protagonismo que el de conocer los padecimientos de nuestros antepasados.

Un revisionismo peligroso, retomado con la obsesión por un pretérito digno de ser archivado y que el zapaterismo introdujo de nuevo envenenando así la vida política.

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