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Y en esto llegó la primera actriz

Los beneficios inmateriales de los Premios

Comentaban ayer mis compañeros fotógrafos, los que pudieron asistir, el interés del encuentro que el pasado miércoles mantuvo el fotoperiodista James Nachtwey, premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades, con medio centenar de ellos, profesionales procedentes de toda España, en el teatro auditorio de Pola de Siero. Nachtwey, un hombre que ha visto y fotografiado lo peor del ser humano y quizás también lo mejor, tiene un respeto casi reverencial por su trabajo. Ordenado, minucioso y podría decirse que perfeccionista, es un testigo privilegiado de la historia más conflictiva de las últimas décadas. Es un maestro de fotoperiodistas. Escuchándoles, pensaba en la importancia y en el valor de este tipo de acercamientos que promueve la Fundación.

En este caso, se trataba de periodismo gráfico. Pero ¿cómo valorar las reuniones que la historiadora de la Antigüedad y catedrática de Cambridge Mary Beard, premio de Ciencias Sociales, ha mantenido estos días con estudiantes de centros educativos y de la Universidad o sus visitas a Veranes y al Museo Arqueológico? ¿Y qué decir de gestos como el del ingeniero Hugh Herr remangándose los pantalones y mostrando sus piernas biónicas a los sorprendidos escolares en Avilés o su esmerada atención a los proyectos que le mostraron los alumnos de la Escuela Politécnica de Gijón? O el mensaje que deja: "Mi sueño es contribuir a la importante misión de acabar con la discapacidad del ser humano". Podríamos seguir repasando estos beneficios inmateriales, únicos y personales que producen estos actos para cada uno de los protagonistas, galardonados y público. Los valores materiales, lo que significan para Asturias en proyección nacional e internacional y en la economía, hace tiempo que están analizados y son incuestionables.

Y en esto llegó Nuria Espert, la primera actriz galardonada con el premio de las Artes (el italiano Vittorio Gassman lo obtuvo en 1997). La gran dama del teatro español, a sus 81 años, da vida cada noche a Nawal Marwan, la madre desgarrada de "Incendios", obra mayúscula sobre la guerra, la venganza, la pobreza y los refugiados, del libanés Wajdi Mouawad, que se representa en La Abadía de Madrid, bajo la dirección de Mario Gas y con llenos diarios y localidades agotadas. Espert habló de "la enorme alegría" que siente la gran familia que es el teatro español por un galardón personificado en ella. Su voz sobrecoge y emociona hasta en las ruedas de prensa. Habla del teatro, de los retos de la Humanidad, de su querido esposo ya fallecido, Armando Moreno, del momento agitadísimo de la política española y del desdén de nuestros representantes hacia la cultura, los que gobiernan y los que debaten. "La educación es el gran problema de este país", afirma.

Y mientras Espert habla y dice cosas, todas interesantes, pienso en una frase escuchada estos días en Oviedo: "Premiados sí, farturas no". Propongo sustituirla por "Educación sí, cultura también".

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