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Joaquín Rábago

Provocadora tesis

No hay día sin noticia dedicada a la última tropelía de Donald Trump. Nos despertamos pensando qué habrá hecho el día anterior, a qué individuo o colectivo habrá insultado. El presidente de EE UU no parece ver diferencia alguna entre el país que le ha elegido para que lo gobierne y una empresa donde no hay más ley que lo que dice el patrón. Y asistimos atónitos al intento de ejercicio del poder más absoluto por parte de alguien que ni escucha a nadie ni parece admitir que le contradigan. La mitad del planeta tiembla por lo que pueda ocurrir bajo el mandato de un personaje tan irreflexivo, ignorante y narcisista.

El filósofo esloveno Slavoj Zizek, gran aficionado a las paradojas, no está entre los temerosos, e incluso acierta a ver un lado positivo a la llegada de Trump, en lugar de Hillary Clinton, a la Casa Blanca. Su provocadora tesis es que ése es el único que pude infundir finalmente miedo a la izquierda liberal y obligarla a salir de su letargo. Del mismo modo, explica, que en el período de posguerra el comunismo de Stalin obligó a Occidente a corregir sus debilidades y desarrollar el Estado de bienestar.

Lo realmente paradójico de Trump es que ha puesto el dedo en la llaga al denunciar muchos de los problemas del capitalismo global. Algunos de sus discursos podría haberlos pronunciado el socialista democrático Bernie Sanders, aunque sus decisiones y nombramientos contradijeran diametralmente lo que denunciaba. Es lo que tienen los demagogos.

Por ejemplo, al nombrar como jefe de la diplomacia al presidente de la petrolera ExxonMobil cuando durante toda la campaña pretendió dar voz a los explotados trabajadores norteamericanos. O al anunciar que su país renunciaba al papel de policía global al tiempo que prometía eliminar de la faz de la tierra al terrorismo islamista e impedir la ocupación por Pekín de las islas del mar de la China meridional.

Lo que nos trae la presidencia de Trump, señala Zizek en un artículo publicado por "Die Zeit", es un "intervencionismo militar global, que actúa en defensa de sus más inmediatos intereses mientras renuncia a la máscara de los derechos humanos y la democracia".

En materia económica, el filósofo esloveno ve un fuerte paralelo con los populistas europeos y señala la paradoja de que la "izquierda oficial" haya sido aquí la encargada de aplicar una política de austeridad que sólo perjudica a las clases trabajadoras. Y ello mientras la derecha populista se erige en defensora de esas clases a la vez que impulsa un programa de ley y orden rabiosamente nacionalista y xenófobo. Es como el mundo al revés.

La única forma, sostiene Zizek, de derrotar realmente lo que representan Trump y sus admiradores de la derecha populista europea y salvar lo que merece ser salvado de la democracia liberal es ofrecer una alternativa de izquierda y todo menos nacionalista. Debería consistir ésa en acuerdos internacionales que condujesen a un control bancario efectivo, a una decidida defensa de los derechos de los trabajadores y del medio ambiente, así como a la protección de las minorías.

La lección que nos ofrece el capitalismo global, dice el filósofo marxista esloveno, es que los Estados nacionales no podrán garantizar nada de eso por sí solos, y sólo podrá hacerlo una internacional de nuevo signo.

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