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Fondo Norte

Un mediodía con mucha trastienda

Las sensaciones tras el Atlético de Madrid no se parecen en nada a las que hubo tras el Alavés

Los partidos duran noventa minutos, pero la trastienda de los mismos suele durar mucho más tiempo. Sobre todo, la de algunos, como es el caso del encuentro del mediodía del sábado en un atestado Anfield del Piles, que no vive días deportivamente gloriosos, pero que demuestra el permanente tirón que tiene este Sporting. El mediodía del sábado, damas y caballeros, señoras y señores diputados, tuvo tanta trastienda que se puede decir sin exagerar que después de un uno a cuatro doloroso y triste, las gentes salieron convencidas de que la permanencia es muy posible y que está más cerca. Las sensaciones nada tuvieron que ver con las del dos a cuatro del Alavés. Entonces pareció que el empeño era un imposible, pero las habidas tras el Atlético de Madrid ya fueron otra historia. Es cierto que este Sporting tiene unas limitaciones muy serias que comienzan en una portería que encaja todos los balones que recibe y un centro de la defensa que flaquea mucho más de lo debido. Por no hablar de los serios problemas para marcar gol. Son asuntos a ajustar por el nuevo cuadro técnico.

No ha tenido, por razones que desconocemos pero que intuimos, repercusión alguna la afirmación que en "El Mundo" del sábado realizaba Eduardo J. Castelao, uno de los mejores periodistas asturianos de las nuevas generaciones. Escribía que Rubi estaba en prevenga desde hacía semanas esperando la caída de Abelardo Fernández, el gran timonel rojiblanco. A Rubi lo llamó el Zaragoza para sustituir a Luis Milla, pero adujo que estaba comprometido con el director deportivo rojiblanco, Nico Rodríguez, para sustituir al citado Abelardo. Ay, pillines, pillines. El compromiso, se supone, tenía el visto bueno de la propiedad, la presidencia y el consejo.

Otra trastienda, y no menor, del mediodía del sábado residió en la presencia del arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz, que apareció por El Molinón sonriente y afable como siempre, en compañía de don Fernando Fueyo, el eterno capellán rojiblanco, aunque apartado del vestuario por el nuevo cuadro técnico, de la escuela posguardiolista. La historia de que fue invitado por el consejo rojiblanco porque el Arzobispo es seguidor del Atlético de Madrid está muy bien, pero la presencia en el estadio es pura diplomacia eclesial, incluso vaticana, con todo lo que ello significa en estos momentos de cierta zozobra.

La trastienda final puede ser, en efecto, que ha vuelto el convencimiento al vestuario y a la grada de que la permanencia es misión posible a poco que se terminen de ajustar las cuestiones ajustables. Ajustar la defensa, por ejemplo; ajustar los finales de partido, en los que no cabe ni un gramo más de guardiolismo barato y sí toneladas de sentido común y de cambios que sirvan para cerrar el juego y los caminos hacia la propia área. La lección del sábado tuvo que ser suficiente.

En tiempos como éstos cabe mantener las buenas costumbres; si pregunto, ¿molesto?: ¿sabe Esuperio cuántos goles lleva en contra el Sporting y cuál es la media de goles encajados por partido? Cuenta fácil. Próxima parada, Capuchinos.

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