Esperanza Aguirre derramó ayer, tras declarar en la Audiencia Nacional ante el juez de la "Gürtel", lágrimas de Lacoste. En el día más triste de una carrera política de más de tres décadas de recorrido, la mujer que sobrevivió a Rajoy y a un accidente de helicóptero, a un atentado en la India y a una persecución policial por la Gran Vía, se derrumbó cuando los periodistas le preguntaron por la detención de quien fue su lugarteniente, Ignacio González, imputado en el más reciente caso de corrupción que afecta a altos cargos del PP madrileño: la "operación Lezo", que investiga graves irregularidades en el Canal de Isabel II, con un multimillonario quebranto económico para las arcas públicas.
Lágrimas de cocodrilo caro o de batracio las de la lideresa madrileña, a la que le salieron rana todos los renacuajos que amamantó en un canal cristalino convertido en charca enfangada o cubo sucio de la fregona. Alguien abrió el grifo en la comunidad madrileña y unos cuantos sinvergüenzas obraron el milagro, en beneficio propio, de los panes y los peces, convirtiendo el agua corriente en whisky de malta. Sólo resta esperar que la investigación judicial en marcha no deje en agua de borrajas este nuevo escándalo incalculable.
Se avecina un nuevo clásico futbolístico y la corrupción política toma billete de ida y vuelta en el puente aéreo Madrid-Barcelona. Las aguas bajan turbias del canal madrileño mientras en la Ciudad Condal claman contra el arbitraje policial, que sigue descubriendo más millones evadidos al Fisco por el clan Pujol Ferrusola.
