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Sol y sombra

Laberinto

Existe en estos momentos un laberinto endemoniado en la política que invita a alejarse de ella. Un partido, el que gobierna, se hunde en su pasado corrupto. Otro, el que representa la alternancia, no sabemos si va a salir indemne en su batalla cainita El tercero en discordia fleta el autobús de la acusación demagógica sin haberse propuesto hasta ahora soluciones inteligibles y responsables para el porvenir y el interés general. El cuarto no encuentra el camino por donde prosperar en una sociedad extremadamente polarizada.

El bipartidismo no ha hallado en los cuatro partidos su sentencia condenatoria ni una señal de esperanza. Los españoles encuestados sostienen que cuantos más aspirantes mejor y que la respuesta a los problemas está en entenderse. Sin embargo nadie se entiende. Nadie ha encontrado en el PSOE, tras la muerte de Carme Chacón, un motivo para dirigirse la palabra más allá del duelo y buscar una explicación a la divergencia que amenaza con partir en dos la organización, gane quien gane las primarias.

En el PP, las ventanas mal cerradas permiten que se cuele el tufo de los años ludópatas de sus dirigentes madrileños y valencianos, el aire de las cloacas de la "Gürtel", y así no hay manera de pasar página. Podemos, que denuncia la trama y la corrupción, es un partido corrupto en su propio tuétano desde el instante en que no ha sabido desanudar sus conexiones con un peligroso mundo populista y autoritario que oprime a los ciudadanos en el caso de Venezuela. El mayor argumento de la polarización radica en él. Mientras muchos españoles vean en Iglesias la opción antisistema, Rajoy podrá vivir tranquilo con el estigma de la corrupción. De los dos PSOE, uno de ellos volvió a reafirmarse ayer en la idea enana para ganarse al catalanismo de que Cataluña es una nación.

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