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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Corruptos y ratas

La relación entre dos especies repulsivas de hábitos crepusculares y masiva reproducción

La corrupción va por barrios, como el envenenamiento de perros en Gijón. En algunos casos, el envenenamiento de canes se ha producido mediante el uso de matarratas. ¿Acaso no resulta evidente la relación del miserable corrupto que copa titulares en los últimos días con el infame roedor que gobierna alcantarillas y cloacas?

Siempre hay un señuelo que atrae el olfato de perros incautos, como el veneno a las ratas, que, sin embargo, se adaptan al tóxico con rapidez o lo evitan mediante elaborados mecanismos de defensa. Ante un alimento nuevo, la colonia desconfiada manda exploradores a que prueben el cebo. La muerte tras la ingesta pone en alerta al resto. He ahí al servidor público corrompido, que ha elaborado, como las ratas, ingeniosos códigos que evitan que resulte sencillo morder el cebo de la investigación judicial. Así, el juez y el policía ven cómo la población de malvados de intenciones protervas no sólo no decae, se multiplica exponencialmente. Como las ratas.

Disponen una y otra especie de un olfato muy desarrollado y un oído muy fino. De hábitos esencialmente crepusculares y nocturnos, se propagan con asombrosa rapidez: las ratas, como algunos partidos políticos, generan de cinco a ocho camadas al año. En condiciones óptimas, una sola pareja puede alcanzar una descendencia de 35.000 individuos. De ahí que Esperanza Aguirre, la última dimisionaria del estercolero, diera vida a dos ejemplares ruines que para su sorpresa y la nuestra han conseguido completar un ejército ponzoñoso de personajes repulsivos e infectos.

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