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Algo acerca de Maruja Torres

A propósito de un artículo en el que decía que "no se puede fiar uno de la religión cuyo símbolo -la cruz- es un instrumento de tortura"

Hubo una época en que "El País Semanal" publicaba una columna de Maruja Torres como su nave insignia sobre las aguas revueltas del pensamiento de la cosmovisión liberal, que en aquellos años se estaba construyendo una vez desplazado a las tinieblas exteriores todo vestigio de tentación totalitaria, talante democrático que seguramente debería favorecer a los intelectuales como Maruja. Uno de esos artículos contenía una frase realmente memorable: "no se puede fiar uno de la religión cuyo símbolo -la cruz- es un instrumento de tortura".

Aquel artículo que contenía la frase entrecomillada fue el último que "El País" publicó de esta escritora. Pasaron los años y en una duermevela de una noche insomne mi cerebro me regaló una suposición que tarde o temprano necesitaré confirmar: ¿acaso cesó Maruja Torres de trabajar para "El País" como castigo por aquella afirmación? Y si así fue, ¿qué motivo ideológico habría impulsado tal sanción?

Recordar en un artículo de opinión que la cruz es en su origen un instrumento de tortura, de un lado lo despoja de un halo idealista y de otro lado acusa de ingenuos a los que no ven en la cruz más que el símbolo de la religión cristiana. De modo que la frase de la escritora contiene una carga destructiva contra el idealismo ingenuo, o sea, contra la idealización pueril de una creencia religiosa.

Si un castigo tal ocurriera en una sociedad oficialmente laica, uno se preguntaría por qué. Y la respuesta sería que la sociedad laica defiende o al menos conserva el respeto a la religión seguramente porque las dos ideologías, la agnóstica y la religiosa, son elementos de un mismo sistema social y, por lo tanto, se necesitan. Sin embargo, aquella frase de la escritora inducía a pensar que debemos prescindir de la religión. Entonces, tal vez, "El País" prescindió de la articulista. Por lo tanto, hemos de concluir que la próxima meditación ha de poner en evidencia que debemos distinguir nuestro carácter de ciudadanos de nuestra identidad intelectual y guardarla para el área de contactos de máxima confianza. Al menos yo elijo hacerlo así.

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