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Vandalismo consentido

En la playa de Poniente de Gijón se dejaron treinta toneladas de basura la noche de San Juan

Ya hace mucho tiempo que en los autobuses municipales dejaron de hacerse necesarios aquellos carteles que prohibían escupir. También llevamos años con la prohibición de dejar los excrementos de los perros en la vía pública. Y aunque inicialmente hubiera protestas, ya hemos asumido la prohibición de fumar en espacios cerrados. Como seres sociales y civilizados que somos necesitamos leyes y normas que regulen nuestra convivencia, y también la autoridad de quienes legislan y hacen valer las normas que se aprueban. Sin embargo, parece que lo que hemos ido avanzando se nos cae por otras vertientes en las que los vándalos imponen sus conductas aborregadas y gregarias gracias a la pasividad de unas autoridades que queremos seguir suponiendo competentes.

Lo festivo no justifica lo vandálico, ni lo vandálico aumenta el carácter festivo y el disfrute de cualquier evento. El vandalismo es puro desdén respecto a lo colectivo manifestado con una actitud infantil irresponsable. Que en la playa de Poniente de Gijón se hayan dejado treinta toneladas de basura la noche de San Juan es la expresión de un desprecio al medio ambiente, de una falta de educación y de un nivel muy bajo de conciencia ciudadana respecto al uso de lo público.

No entendemos ni podemos aprobar que las autoridades municipales consientan que de forma tan masiva se salten las normas en este tipo de eventos, en los que ya se sabe de antemano por años anteriores cuál va a ser el resultado vandálico. Sin duda, todo tiene mucho que ver con la educación, o con la falta de ella, aunque hoy ya no podemos atribuir tales conductas a colectivos marginales sin acceso a lo educativo. Son las propias universidades las que en muchos casos no ceden sus espacios a los alumnos para celebraciones festivas por los destrozos que causan. Pero la educación debemos considerarla en todos los frentes, igual en el ámbito familiar, que en los centros de enseñanza, que en el marco social, porque la sociedad, y quienes la representan, también educan aprobando y desaprobando conductas.

Permitir que se batan récords de toneladas de basura en espacios tan sensibles para el medio ambiente como las playas también es una forma de irresponsabilidad por parte de los gobiernos municipales que permiten tan nefastos comportamientos. Poner medios y equipos humanos con cargo al conjunto de la ciudadanía que paga impuestos para limpiar tantas toneladas de residuos es una forma de complicidad con los vándalos, que ellos solo pueden interpretar como el trabajo natural de unos servidores públicos que ejercen como criados suyos, reforzándoles en su irresponsabilidad infantil.

Hora es ya de revisar una inercia política tan permisiva y de compararla con otras más coherentes que sí se hacen valer. No sabemos de excepciones en Tráfico que permitan circular por direcciones prohibidas, ni saltarse los semáforos en rojo porque los conductores acudan a cualquier fiesta. Aunque se aporten contenedores y papeleras, permitir en la práctica el vandalismo es justificarlo, y justificarlo una forma de complicidad con él y de disonancia con el conjunto de ciudadanos responsables.

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