Cada vez observo más claramente cómo esos llamados "libros de autoayuda" van ganando terreno en las librerías y entre personas con buena voluntad que buscan una lectura que potencie valores y ayude a la reflexión. Es tremenda la sutil trampa y la facilidad con que gente buena cae en ella. Esto me tiene preocupada.
¿Y en qué consiste la trampa? La inmensa mayoría de los libros de autoayuda son una respuesta a una necesidad urgente hoy, más o menos manifestada por la gente: vacío existencial, baja autoestima, sentimientos de culpa a flor de piel, inmadurez emocional, inhibiciones, inseguridades, miedos? y una lista larga de problemas de personalidad.
Ante estas realidades humanas que, evidentemente hay que tratar de afrontar y solucionar, los libros de autoayuda aplican para todo el mundo la misma receta. Para nada se tiene en cuenta que cada ser humano es único y tiene su propia historia y vive en primera persona circunstancias que parecen tener precedentes ya en otros seres humanos. Esto es -por supuesto- un error de base, porque cada circunstancia vital es diferente a la del resto, por muchos precedentes que haya. Pero esto no tiene importancia para los autores y editores de esa pseudoliteratura barata y mentirosa. Se contentan con empaquetar y vender consejos, rodeándolos de misticismo absurdo e inmaterialidad más absurda aún, y se receta el libro de autoayuda X como quien receta un analgésico para el dolor de cabeza.
A partir de ahí la lectura deja de ser un hábito sano y enriquecedor y se convierte en una especie de falsa terapia y una búsqueda de respuestas. Lo peor de todo -a mi entender- es esa especie de subidón emocional que se produce en el que lee su primer libro de autoayuda cuando tiene la sensación de haber encontrado un texto vital y fundamental, un resumen metafísico equivalente a un cursillo intensivo de filosofía.
Hace poco leí un comentario de una persona que acababa de leer uno de estos libros y cuando le censuraban la escasa -por no decir nula- calidad literaria del mismo, contestaba: "... a mí me va el mensaje. El contenido. He leído 'El Alquimista', es un cuento interesante. Aporta y ayuda a reflexionar. ¿No es eso suficiente? El Quijote es una de las mejores obras de literatura de todos los tiempos. No hay duda, ¿verdad? Ya lo leí, y no me hizo reflexionar. Para mí eso es lo más importante, reflexionar...".
Y en aras se ese deseo de reflexionar y de "espiritualizar" una vida excesivamente materializada que ya nos tiene hastiados, nos rodeamos de "libros espirituales" que potencian los valores. Ese es el gran engaño: que no potencian ningún valor, sino una filosofía de la vida descafeinada y basada en mentiras sin fin. La primera de todas, fomentar un narcisismo y una autorreferencialidad aterradores que llaman "autoayuda" y potenciar la autoestima, pero no un autoestima realista, sino una visión falsa de la propia realidad, en la que se ayuda a "olvidar" los problemas, a no tenerlos en cuenta, a no darles importancia?
Es bueno y conveniente que las personas valoren su dignidad y sean conscientes de ella, pero no convertirlas en ególatras y en seres aislados, autosuficientes y egoístas. Hay que conducirlas a la verdad y no a vivir en mundos paralelos que no son reales, conduciendo a medio mundo a la paranoia. No se puede negar la existencia del sufrimiento propio ni ajeno y "enseñar" a las personas a vivir como si no existiera, ignorándolo y repitiéndose interiormente cinco mil veces cada día que eso no nos afecta. Eso no es ayudar a nadie; es terreno abonado para la paranoia y otros desequilibrios mentales.
La realidad es la que es y uno no puede vivir su vida prescindiendo de los demás y sin que no le afecte nada de lo que sucede a su alrededor a no ser que no esté psicológicamente sano. Madurez es asumir con paz, serenamente, la realidad y aprender a convivir con todo lo que nos toque sin perder por ello la alegría. Esa es la ayuda que necesitamos. Dejémonos de novelas de ciencia ficción y aprendamos que la vida tiene luces y sombras y que la belleza de ese cuadro se aprecia cambiando de ángulo algunas veces, pero no apagando la luz o mirando a otro lado.
Un abrazo fuerte y hasta el próximo viernes.