La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando Granda

Democracia y expendedores de títulos de demócrata

Ciertas descalificaciones de unos políticos a otros

Pensaba iniciar este comentario diciendo que la situación era de risa pero no, no es de risa. El caso que nos ocupa demuestra vileza. Y merece una respuesta sin ambages. Porque ya no es una salida de pata de banco, como se diría en lenguaje popular, ni una pataleta o una broma de mal gusto. Intenta ser un insulto pero no es más que una demostración de bajeza, de intento de difamación, una infamia. ¿Quiénes son ellos para expender los títulos de demócratas? ¿Son ellos demócratas?

Desde hace tiempo asistimos a escenas en las que ciertos representantes políticos descalifican a otros políticos y dicen que no son demócratas. Ya no solamente en declaraciones, mítines, entrevistas, conversaciones informales o tertulias. El alcance llega al Parlamento y en ocasiones se hace con una parafernalia casi circense y una falta de respeto al contrario demostrativos de una inusitada sevicia y escasa educación humana.

Comenzó su actuación en este sentido, puras bravuconadas dignas de mejor rufián, un joven diputado en el Congreso que al no poder imponer su criterio por falta de apoyo -pertenece a un grupo minoritario que merecería mejor representante-, de vez en cuando desarrolla algún numerito con el que denuncia a otros diputados pero que le descalifica a él mismo, se rían o no sus compañeros de bancada. Si una vez mostró unas esposas para acusar a otro diputado también desacredita a los que respetan la Constitución, a la que intenta desprestigiar con el argumento de ser vieja, que no ha sido votada por los jóvenes, especialmente los catalanes, calla que fueron los votantes en Cataluña quienes le dieron en 1978 el mayor porcentaje de síes de todo el Estado.

Pero no solamente este diputado se autoproclama dispensador de créditos de demócrata. Otro con un rango superior, puesto que era el máximo representante del Estado en su comunidad autónoma, tilda a los que respetamos la Carta Magna de no ser demócratas y estar cercanos al fascismo. Él y varios de sus compañeros, de partido o miembros de su pasado gobierno, son precisamente los menos indicados para expedir títulos democráticos porque lo primero que se le exige a un demócrata es que no mienta y respete las leyes sancionadas por la asamblea legislativa de su país o jurisdicción. Y han sido los miembros de su grupo precisamente quienes han incumplido reglamentos aprobados por ellos mismos, su estatuto regulador.

Para colmo, cuando ya parecía que acataban y guardaban las reglas de juego, cuando les convenía la aceptación de los preceptos constitucionales y asumían las disposiciones para participar en los comicios del 21 de diciembre, han vuelto los descalificativos y la dispensación de títulos ideológicos. Uno de los exconsellers del gobierno catalán, investigado por presunto incumplimiento de las leyes democráticas aprobadas por el poder legislativo de su comunidad, ha dictaminado que la mayoría de los españoles, y entre ellos el secretario general de los socialistas catalanes, no son demócratas.

Como se puede apreciar, este sistema de expender títulos de democracia ostentado por ciertos políticos, lo que demuestra es que practican los métodos de propaganda y persuasión seguidos y repetidos machaconamente por ciertos mandatarios alemanes que provocaron la segunda guerra europea en el siglo XX. Descalifican a los demócratas, llaman franquista a quien no siga sus dictados, cuando una mayoría de estos expendedores no movieron un dedo para terminar con la dictadura franquista. Y ocultan su implicación, de partido o coalición, con casos de presunta corrupción como son el del "3 por cent" o el "Palau" (ya juzgado y punto de publicarse la sentencia), o los tejemanejes descritos en la agenda negra del pendolista Josep Maria Jové.

Compartir el artículo

stats