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Navidad pensada de forma apasionada

Massimo Cacciari es un pensador véneto, profesor universitario, autor de ensayos filosóficos, político de centroizquierda y figura muy conocida en Italia por sus conferencias, artículos y comparecencias en los medios de comunicación social. Fue alcalde de Venecia y dice ser "no creyente".

En una entrevista publicada hace unos días por Huffington Post, ha arremetido contra los cristianos: "Han olvidado la Navidad". Fue más rotundo aún en la que apareció a finales de noviembre en "Il Giornale": "Han abolido la Navidad".

Cacciari se expresa en estos términos porque aprecia un estado de indiferencia injustificable en la mayoría de los sacerdotes, que, además de no celebrar la Misa de Gallo, en las homilías hablan del nacimiento de Jesús en un tono que califica desdeñosamente de catequético, repetitivo, consolatorio y anestésico.

Según él, el noventa por ciento de los curas son incapaces de transmitir a sus oyentes la fuerza contenida en el relato evangélico de la Navidad. "Sus homilías son, a menudo, lecciones de anti religión". Y no disimula en absoluto el desagrado que le produce la deriva de muchas parroquias, que, para él, no son lo que debieran ser, pues anteponen la ética y la costumbre a la teología. "Las iglesias se han convertido en grandes escuelas de ateísmo", llega a afirmar.

Los profesores de Religión no se libran tampoco de la embestida. No logran trasladar a los alumnos la fuerza de la narración evangélica y sus clases no son más que un baño de educación cívica. Y de los laicos en general dice lo que todo el mundo observa en estas fechas: se entregan al goce de las compras, la gastronomía y el jolgorio que la industria de las navidades ofrece en apetitosa abundancia.

Es de suponer que Cacciari haya recibido, al igual que casi todo el mundo, esos christmas que se envían ahora con tan sólo un árbol, una estrella, un muñeco de nieve o el pensamiento incomprensible de un literato. Y es que, para ilustrar las tarjetas navideñas, cualquier motivo cursi va fenomenal, menos el portal de Belén. Por otra parte, la felicitación suele ser tan genérica que vale para estas fiestas y para las patronales del pueblo. Pero lo que no puede figurar en modo alguno es el vocablo "Navidad".

Es probable que Cacciari no haya leído en el periódico la noticia de que varias escuelas de Vascongadas han modificado la letra de los villancicos tradicionales. De haberlo hecho, a estas horas tendría erisipela. El Niño Dios ha sido suplantado por Peru (Pedro, en vascuence). Y quien ha venido no es Jesús, sino el invierno. He aquí las mutaciones: en donde se decía "Jesús nació en Belén", ahora es "Peru nació aquí"; en donde se decía "Los pastores fueron en busca de Jesús", ahora es "Los pastores fueron en busca de Peru"; en donde se decía "Jesús ha nacido", ahora es "El invierno ha llegado". Se persigue con ello, por lo visto, "la inclusión de determinadas minorías y la reducción de estas fechas a un acontecimiento laico".

Este hecho constituye una clara muestra de la desnaturalización de la Navidad, de la que habló el Papa en la audiencia general del pasado miércoles. Para Francisco, la omisión de cualquier referencia al nacimiento de Jesús no debe ser considerada como un gesto de cortesía para con quien no es cristiano, sino como un acto deliberado de marginación de la fe.

Cuando uno está bien afianzado en una creencia, no le ofenden las de los demás. Y así, por ejemplo, Ben Stein, escritor, actor, abogado, analista político y varias cosas más, ha manifestado que los símbolos de la Navidad cristiana en la calle no suponen para él ninguna contrariedad: "Soy judío y todos mis antepasados lo fueron. Y no me molesta en absoluto cuando la gente llama a esos iluminados árboles 'árboles de Navidad'. No me siento amenazado. No me siento discriminado. Porque eso es lo que son: árboles de Navidad. No me molesta cuando la gente me dice ¡Feliz Navidad!. No me molesta si hay un pesebre en un cruce de carreteras cerca de mi casa. Si la gente quiere un nacimiento, a mí me parece bien, como bien me parece que unos pocos metros más allá esté una menorah. No me gusta que me avasallen por ser judío y no creo que a los cristianos les guste que los avasallen por ser cristianos".

Massimo Cacciari, que no es creyente, tampoco se siente ofendido en su agnosticismo por el hecho de que monten un belén delante de su domicilio, o la plaza del ayuntamiento, o en el vestíbulo de la biblioteca de la universidad, sino que lo que verdaderamente deplora es que se intente eliminar, en la sociedad en la que vive, el suelo sobre el que se alza su historia, su cultura y su futuro. Y para él, este fundamento se halla precisamente en el misterio de la encarnación, anudamiento amoroso del cielo y la tierra, al que ha dedicado su último libro, titulado "Generare Dio" (Engendrar a Dios), fruto de incontables horas de ávida lectura de libros de teología y arte, y de apasionada reflexión.

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