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Sol y sombra

¿Hay alguien ahí?

Italia se enfrenta a una nueva ingobernabilidad. El viento, por lo general, siempre sopla del mismo lado. Tampoco habrá, presumiblemente, problema. Leemos que un país con 66 gobiernos en 72 años carece de solución política y, sin embargo, Italia funciona. Del mismo modo que funciona Cataluña sin gobierno, y también España. Los gobiernos tal como los concebimos están muy sobrevalorados en las sociedades democráticas. Los países se las arreglan sin ellos de manera práctica y funcional, sin desmelenarse. La ausencia de los gobiernos nacionales, dedicados supuestamente a las cosas que preocupan a sus compatriotas, ha dejado de ser el inconveniente de hace de unos años. Bruselas se ocupa, menos mal, de una gran parte de la administración de sus socios. Y de lo que no se ocupa Bruselas tiene una incidencia tan accidentada en la agenda local que pervive durante años como un asunto insoluble.

El desdoro profesional para los que se dedican a este tipo de cosas es que más tarde o temprano los ciudadanos puedan acabar dándose cuenta de que el papel de quienes les reclaman el voto resulta bastante más superfluo de lo que imaginaban. A veces, filfa. Pura retórica, farfolla. ¿Vamos por ese motivo a despedir a los políticos? No. El sistema está basado en la partitocracia, los partidos se propulsan y se reservan, confiados en que forman parte del desenlace sagrado con que la historia prima esta especie de comunión partitocrática tan escasamente rentable para los ciudadanos. Ellos no lo ven así, pero los demás nos manejamos de un modo bastante taciturno.

Hasta ahora todo el mundo, más menos, cree que los líderes sociales, ademas de crear una ilusión, sirven para desescombrar el paisaje. Es posible que esa utilidad deje de ser palpable. No estamos hablando de eficacia absoluta, mucho menos de infalibilidad, nadie es infalible, pero sí de actitudes sinceras y comprometidas con los verdaderos problemas de la gente. ¿Hay alguien ahí?

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