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Profesor de Relaciones Internacionales

Lo que nos jugamos hoy en Rusia

Las más importantes elecciones presidenciales rusas desde los años finales de la guerra fría

Las elecciones presidenciales que se celebran hoy en Rusia merecen una reflexión sobre lo que significará a partir de mañana la más que probable victoria de Vladimir Putin. Creo que nos encontramos con los más importantes comicios presidenciales rusos desde los años finales de la guerra fría que más pueden afectar a la vida de millones de personas de todo el mundo más allá de las fronteras rusas.

Rusia salió ya hace unos años de su estado de hibernación para convertirse nuevamente en un actor clave no sólo en Europa sino en la política mundial, y eso es algo que desde Occidente no se termina de asumir. Se pensó que, tras el colapso del comunismo, Rusia se convertiría en una democracia de corte occidental, en un mercado formado por 144 millones de personas ávidas de consumir productos occidentales y ser pasto de la explotación de recursos por empresas occidentales. Hace 20 años Rusia era considerada hipotéticamente amiga de Occidente y el propio Putin a finales de los 90 afirmaba que Rusia podría acabar intentando pedir el acceso a la Unión Europea.

Sin embargo, la ampliación progresiva de la OTAN hasta las puertas de Rusia; y la progresiva pérdida de liderazgo hegemónico de Estados Unidos con actitudes asertivas para tratar de conservar la supremacía, provocaron que la desconfianza occidental en Rusia fuera creciendo hasta la actualidad.

No estamos ante una nueva guerra fría porque la guerra fría realmente nunca terminó. El comunismo cayó, la URSS se troceó, pero su esencia encarnada en Rusia nunca ha dejado de ser tratada como alteridad, como contraposición a nosotros, lo cual me parece un error. Rusia también es Europa y es Occidente. Posiblemente, quien esté leyendo estas líneas ha viajado alguna vez a EE. UU., mientras que no ha estado nunca en Rusia. Nueva York está a 6.000 kilómetros de Valencia y Moscú a poco más de 3.000. Sin embargo, la distancia entre nosotros y ellos es de varios océanos porque hemos crecido de espaldas a Rusia.

No me cabe duda de que Putin tendrá sus méritos para repetir victoria en su país, si bien las sanciones impuestas especialmente tras la anexión de Crimea no han hecho más que catapultar su liderazgo. En un estudio publicado esta semana y que he escrito sobre la eficacia de las sanciones de la UE y EE. UU. se concluye que las rondas de sanciones no han servido para variar la política exterior rusa. Además, la popularidad de Putin pasó de estar en torno al 60% en 2014 a un invariable 80-85% del que no se ha movido en cuatro años.

A Rusia se le empezó sancionando por la anexión ilegal de Crimea para seguir siendo castigada posteriormente por EE. UU. por supuestas interferencias en las elecciones presidenciales de 2016, su papel en la guerra de Siria o por su supuesto papel en ciberataques. Todo es retórico. En un mundo donde escasean los líderes codiciosos de expandir sus fronteras como ha ocurrido históricamente, los enemigos o adversarios son fruto de una narrativa que se construye sobre ellos para ser enmarcados como tales ante el resto del mundo. Cómo sería posible, sino que Rusia sea un adversario para EE. UU. y, sin embargo, cuente con buenas relaciones con China, Israel o India.

Las sanciones impuestas contribuyen a ese discurso. Los conflictos calientes entre estados han caído enormemente en los últimos 70 años, por sus altos costes, por la interdependencia entre los distintos actores y por la falta de apoyo popular a nuevas aventuras militares. Sin embargo, todo ello se ha sustituido por nuevas formas de enfrentamiento que han devuelto el protagonismo al estamento militar en el diseño de las políticas exteriores de los estados.

¿Hay causa real para ello? Para la industria militar o las agencias de inteligencia seguramente sí, pero desde un punto de vista objetivo Rusia no representa ninguna amenaza militar para Europa. El comportamiento seguido en lugares como Ucrania es el mismo que hubiera hecho cualquier otro país que viera amenazada su supervivencia y todo ello nos ha abocado a una espiral armamentística en la que sólo se benefician unos pocos, mientras crece la ansiedad entre millones de ciudadanos.

Espero que los resultados electorales de hoy contribuyan a que por los menos las autoridades europeas se aperciban de que necesitamos el entendimiento con Rusia para hacer frente a los grandes problemas globales, como el terrorismo internacional, las olas de refugiados, las políticas medioambientales, etc. El problema es que hay quienes no han querido nunca un entendimiento sincero sin líneas divisorias en el continente porque una Europa sin fisuras es considerada un peligro.

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