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Más vacas que vecinos en Ixena

El núcleo cangués, de gran tradición ganadera, pide control para el lobo y acabar con el acotamiento del puerto de Cuana

Más vacas que vecinos en Ixena

En Igena o Ixena, según la toponimia asturiana, hay más vacas que vecinos. Residentes son 29, pero el número de reses es difícil de calcular y mayor. No hay una de las 12 casas habitadas que no cuente con animales en este pueblo cangués de larga tradición ganadera. Y eso que el lobo no para de hacer mella en sus rebaños, según explica Hortensia Villanueva, residente en el barrio de La Jae. Esta elaboradora de gamonéu del valle se deshizo de la reciella para evitar problemas con el cánido y ahora tienen que comprar la leche.

Y es que Villanueva levantó hace dos décadas junto a su marido Julián Toriello una quesería y no le ha ido nada mal. Prueba de ello es que el año pasado su producto ganó el concurso "El País de los 40 Quesos". Aún así reconoce que la vida en el campo es dura y requiere sacrificio. Con ella coincide su vecina Teresa Nieda, que a sus 73 años ha dejado de plantar maíz y fabas porque está "fartuca" de que le destrocen la finca los jabalíes. Nieda no siempre vivió en Ixena.

En busca de una vida mejor acudió a Dusseldorf pero tras casi tres años de trabajo en una industria papelera dijo "auf wiedersehen" (adiós) a Alemania para volver a instalarse en el barrio de Les Porciles de Ixena "porque no lo hay más guapo y tranquilo". Nieda reconoce que el pueblo ha mejorado mucho, en parte gracias al impulso de las cuatro casas rurales allí ubicadas "que han dado mucha vida" pero como buena perfeccionista asegura que aún queda mucho por hacer. Para empezar, mejorar la señalización. Y es que a pesar de que la ruta al Mofrechu es una de las más transitadas por sus increíbles vistas, no cuenta con ningún indicativo y ella misma acaba haciendo de guía para los visitantes.

Lo que más le preocupa a su amiga y vecina Rosa maría García es el futuro de la ganadería, pilar económico fundamental de la localidad canguesa "porque está maltratado por las administraciones", cuenta. A su juicio, los acotamientos tras los incendios ponen en peligro la viabilidad de las explotaciones. Sin ir más lejos, el del puerto de Cuana está vedado hasta el próximo verano. "Cada poco tenemos que subir a llendar el ganado porque como te pases un milímetro te multan. A mi hijo se le metieron siete cabras y pagó casi 3.000 euros por la broma", lamenta. Como consecuencia del veto, se ven obligados a importar el alimento para los animales desde Castilla.

Pero los habitantes del último pueblo de Cangas, que limitan con Llanes, no se rinden y luchan para que su pueblo cada vez luzca mejor. Su última conquista fue la reparación de la iglesia. Los vecinos recorrieron puerta por puerta cada establecimiento para recaudar fondos con los que arreglar el tejado y comprar la figura de San Damián, a quien el 27 de septiembre dedican una misa junto con San Cosme. Incluso consiguieron implicar al exembajador en Líbano Miguel Benzo, que pasa las vacaciones por la zona "y colabora siempre que se lo pedimos". Su próximo reto es construir un centro social en las antiguas escuelas o al menos evitar que estas se vengan abajo.

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