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Áurea Martínez cumple 101 joviales años

"La juventud que disfrute, que aproveche la vida, que se pasa volando", aconseja esta vecina de Barru, en Llanes

Áurea Martínez -a la derecha- junto a su sobrina Pura Cue, ayer, en su casa de Barru (Llanes). RAMÓN DÍAZ

"La juventud que disfrute, que aproveche la vida, que se pasa volando. Eso sí, dentro de la ley, con seriedad y con dignidad". Áurea Martínez Cue sabe de lo que habla: ayer cumplió 101 años, pese a lo cual irradia jovialidad, alegría, optimismo y ganas de vivir. "Yo no sé en qué eché el tiempu. No creo ni yo misma que tenga tantos años", indicaba con gracia mientras tomaba un vino blanco a media mañana de ayer.

Vecina de Barru y "barrucana de pies a cabeza, hasta la médula", Áurea, soltera por convicción, forma parte de la familia más longeva de Asturias, y quizá de España. Tiene una hermana, Ángeles, que pronto cumplirá 108 años, y otra, Mercedes, que está a un paso de los 99. Pero es que otra más, Charo, falleció hace unos años con 106.

¿El secreto de la longevidad? A saber, quizá que todas ellas se criaron "con sidra", porque la familia recogía mucha manzana. Aun hoy, Áurea se anima a tomar una botella si alguien la acompaña. Es su bebida favorita. A Áurea le llama la atención la relatividad del tiempo: "me pregunto cómo me duran tanto esas tardes que paso sola, con lo rápido que pasaron estos 101 años, que no me duraron nada". Tiene una salud de hierro. Ni un dolor, aunque alguna vez le falla un poco una pierna y tiene problemas de visión en un ojo, lo que la ha apartado un poco de una de sus grandes aficiones, la lectura. "Antes leía muchísimu, hasta en la cama. Pero ahora, con esti oju, solu puedo leer un ratu", señala.

Lo que peor lleva es la inactividad. "No nací para esta vida", señala, en referencia a que ya no puede ni caminar tanto como antes, ni bordar. Acude a diario a la capilla situada cerca de su casa, "para pedir al Santísimo que me eche una mano a mí y otra a España, que está muy mal", dice.

Come de todo, siempre con un vino al mediodía. Y asegura que lo importante es llevar una vida "normal" y "no caer en excesos". Le gustan los concursos televisivos, y sus sobrinos (tiene tantos que no sabe a ciencia cierta ni cuántos son) se sorprenden con su increíble agilidad mental, pues contesta todas las preguntas con inusitada rapidez. También le gustan "las buenas películas".

Áurea aconseja a los jóvenes que trabajen, porque "el día da para trabajar y para descansar". Y añade que cuando se jubilen, "que viajen todo lo que puedan". Ella disfrutó "mucho viajando". Estuvo en Roma, Jerusalén, México... Conoce todos los continentes, excepto Asia. Y aún hoy viaja, aunque de otra manera: "ahora duermo poco, así que viajo... con la imaginación. Regreso a esos lugares que conocí y vuelvo a disfrutarlos", señala.

Al margen de un sinfín de llamadas y de varios regalos, Áurea celebró su 101.º cumpleaños yendo a comer a Posada con varios familiares, entre ellos su hermana Mercedes. La mayor de la familia, Ángeles, no pudo acudir al evento porque está pachucha desde hace un tiempo y no sale de casa.

El pesar de Áurea es el "abandono" que a su juicio sufre Barru y, sobre todo, El Bau, donde antes había "truchas por toneladas, anguilas grandísimas, cámbaros que parecían centollos, lenguados que los hombres cogían con pinchos, almejas chicas pero tan ricas..." Y ahora "ya no queda nada". Por eso pide, exige atención para su pueblín del alma: "que por favor lo limpien y lo cuiden".

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