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Los últimos de Parda

Alberto Díaz y Delfina Martínez son los únicos residentes autóctonos que quedan en el núcleo, donde una familia madrileña arregla una casa para instalarse

Alberto Díaz, María Delfina Martínez y Mino de Dios, en el barrio de La Fuentina, en Parda, ayer. C. CORTE

Alberto Díaz y María Delfina Martínez presumen de ser los últimos habitantes autóctonos que quedan en la localidad canguesa de Parda. Cuando ellos contrajeron matrimonio hace 42 años había unas 25 casas habitadas pero en la actualidad sólo quedan cuatro casas abiertas de continuo. Por estos habitantes del barrio de La Portilla agradecen la iniciativa del madrileño Rafael Morales, que dejó "el bullicio de la urbe" para instalarse en este pueblo que lo enamoró "a primera vista".

Tanto le gustó el pueblo que este carpintero ya trabaja en la reconstrucción de una vivienda con la intención de que se mude a Parda uno de sus hermanos. "Esto es increíble. Tiene unas vistas muy guapas, con los Picos al fondo y se respira una tranquilidad que no cambio por nada", cuenta Morales que heredó el "amor por la tierrina" de su abuela avilesina.

Una opinión que comparte su pareja, Elisa Lusa. "Antes de mudarme estaba preocupada por el frío pero es soleyero y encima tienen un paisaje de película, con corzos y pájaros carpinteros", añade. Pero lo que más destaca la pareja, que reside en el barrio de La Manga, es la amabilidad de los vecinos. "En las grandes ciudades ni se conocen, pero aquí te echan una mano en todo". Por eso no dudan en hacer uso de la sabiduría agrícola que atesoran Díaz y Martínez.

"Quisimos plantar una huerta y ellos con paciencia nos van dando concejos, diciéndonos cómo y cuándo es mejor plantarlo y también con las gallinas", explican. Lo único que echan en falta estos residentes es una buena señal de televisión y conexión a internet "porque cuando llueve con viento falla mucho, no se puede ver una película".

Los lugareños coinciden en señalar que las mejoras que ha experimentado este pueblo perteneciente a la parroquia de Peruyes (junto con Agüera, La Granda y Viña) en los últimos años ha sido "enorme". "Cuando nació mi primer hijo no había electricidad, ni nevera ni nada. Los potitos se conservaban en aceite", relata Martínez, que se ganaba la vida recogiendo la leche de todo el pueblo y bajándola en carro con un mulo a Peruyes para venderla. "Hasta hace nada la carretera era una pista malísima imposible de transitar", explica la canguesa. Con ella coincide Maximino de Dios, más conocido como "Mino", que nació en Parda, concretamente en el barrio del Cortillu, pero se mudó a Arriondas para ganarse la vida. "Vengo a diario a visitar a Díaz porque tiene un llagarín muy curioso", bromea de Dios, que fue compañero de pupitre de Díaz y Martínez en la escuela de Parda, a la que acudían también los jóvenes de Oliciu, de la que hoy quedan poco más que las ruinas.

Los vecinos, que optan por llegar a Parda por un desvío desde Llueves (aunque también hay acceso desde Peruyes), piden mayor atención para la carretera y en especial al blandón que existe a la altura de El Colladín. "Vienen muchos turistas confundidos con el GPS que se pierden de la que van a comer al restaurante del Molín de Mingo y a pesar de lo malo de la carretera todos resaltan la belleza del pueblo", apuntan los lugareños, que también presumen de la calidad de su agua. "Llega del monte El Llanín y es muy fresca".

En Parda, localidad situada a nueve kilómetros de Cangas de Onís y a ocho de Arriondas, también presumen de monumentos naturales. Concretamente de les Peñes Gemeles. Y es que las montañas de Tresanu y de Parda se ven desde el Fitu como dos figuras gemelas, según cuentan. Los residentes afirman que este es un pueblo "muy tranquilo en el que no pasa nada". Y están orgullosos de ello. Pequeñas anécdotas como a cuando Díaz le nació una oveja con cinco patas rompen la monotonía de Parda, una localidad que antaño fue el huerto de Cangas.

"Los pocos excedentes que teníamos bajábamos a venderlos caminando al mercau. Nos llevaba unas dos horas. Aquí se dan bien los calabacines y todos los productos que puedas imaginar", concluyen los vecinos.

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