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Esperanza ganadera en Perlleces

"No cambio esto por nada", dice Roberto Díaz, de 28 años, que toma el relevo de su padre al frente de la única explotación que resiste en la localidad canguesa

José Antonio Martínez, en la capilla de San José.

Roberto Díaz tiene 28 años y una cosa muy clara: su futuro está en Perlleces. "La gente de mi edad se va del campo, pero yo no cambio esto por nada", explica mientras alimenta a la xata "Merengada", la última inquilina en nacer en una explotación en la que conviven unas 80 reses de leche y de carne. Aunque reconoce que la vida de ganadero es "dura", la tarea se le hace más sencilla gracias a la ayuda de su compañera Belén Martínez, de 27 años.

Fue su padre, Alfonso Díaz, el que contagió a Roberto el amor por los animales y le animó a coger el testigo de una profesión que en el pueblo está en peligro de extinción: sólo quedan ocho casas habitadas y salvo la suya nadie más se dedica a esta actividad en Perlleces, donde se asientan un par de casas rurales. "Yo soy feliz aquí, aquí me quiero morir si me dejan. Tengo cuatro hijos y me enorgullece que dos de ellos (José y Roberto) hayan seguido mis pasos, aunque este sector cada día está más difícil, es lo comido por lo servido", explica Alfonso, que ejerce como alcalde pedáneo desde hace más de una década.

Lo único que les hace falta a los vecinos de esta localidad canguesa perteneciente a la parroquia de Abamia, "para estar en la gloria por completo", es que arreglen la pista que baja a Celoriu "porque permite atajar para llegar a la general, pero tiene un tramín muy malo que hay que hormigonar porque el grijo se lo llevó el agua".

Mientras tanto, lugareños como José Antonio Martínez acceden a Perlleces por la vía CO-3 que pasa por el vecino pueblo de Onao. "Como la carretera finaliza en este pueblo no hay mucho tráfico y se está tranquilo", explica. Dos son los motivos de orgullo del pueblo, para este prejubilado del campo de 63 años: la capilla de San José y el lavadero que recientemente restauró el taller de empleo de la Mancomunidad Chica. "La iglesia es de 1894, pero en 2005 la restauramos con ayuda del Ayuntamiento porque se hundía algo el techo", cuenta el vecino.

Sin fiesta por la desgracia

Hasta 2009 era costumbre que los vecinos del pueblo hicieran fiesta cada 8 de agosto, pero un trágico suceso empañó las celebraciones en 2009. Ese año se prendieron los voladores, que estaban guardados en un hórreo, y como consecuencia de la explosión falleció el cuñado de Martínez, de 56 años. "Desde entonces se nos quitó la gana de celebrar", apunta, aún entristecido.

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