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Cabrales: sin rastro del bebé perdido

Celina Campillo y Marcelino Mier celebran en Bulnes sus bodas de oro, felices, pero aún con la duda de si les robaron a una hija hace 45 años en una clínica ovetense

Algunos de los asistentes a las bodas de oro en Bulnes. CEDIDA POR M. M.

"Estamos felices con nuestros tres hijos, pero lo mismo podrían haber estado cuatro". Marcelino Mier pronunció estas palabras con una mezcla de rabia, impotencia y tristeza. Hace unos días, él y su esposa, Celina Campillo, celebraban sus bodas de oro, y junto a ellos estaban, además de otros familiares y muchos amigos, sus tres hijos: Mercedes, Marcelino y Miguel. ¿Por qué la felicidad no fue completa? Porque el matrimonio está convencido de que hace 45 años, en la desaparecida Clínica Santa Ana de Oviedo les "robaron" una hija. Llevan muchos años buscando pistas, indicios, pero nada han hallado hasta ahora, más allá de mucha gente que pretende aprovechar su lucha para ganar dinero.

"Siempre pensé que me la habían liado", señaló Marcelino Mier, a quien los responsables de la clínica le aseguraron que su segunda hija había nacido muerta. Pese a su insistencia, nunca le dejaron verla, ni llevársela a Bulnes para enterrarla. Le dijeron que la clínica se haría cargo del entierro, en el cementerio ovetense de San Salvador. El cabraliego está "convencido" de que el bebé fue robado, pero no ha conseguido pruebas: todos los papeles del caso han desaparecido.

El matrimonio, que recibió una sorpresa mayúscula el día de su aniversario, no ha olvidado lo ocurrido en la primavera de 1972. Celina Campillo ingresó en la clínica una mañana. Le dijeron que su hija estaba mal colocada, "de nalgas", y que habría que practicar una cesárea. La anestesiaron y cuando despertó en su habitación se percató de que no le habían hecho la cesárea. Nadie explicó lo sucedido, sólo que su hija había nacido muerta. Quisieron ver al bebé, pero les dijeron que era preferible no hacerlo. Se negaron en redondo a entregarles el supuesto cadáver, e incluso llegaron a decir que deberían estar agradecidos porque la madre se había salvado.

Decidieron no insistir en las protestas, porque en aquellos tiempos, en plena dictadura franquista, podrían haber acabado en la cárcel. Y regresaron a Bulnes con mil y una dudas que ya nunca les han abandonado.

Marcelino Mier siempre ha admitido que existe la posibilidad de que esté equivocado y que su hija quizá sí este muerta y enterrada en San Salvador, pero demasiadas cosas no le cuadran. De aquel suceso no se volvió a hablar en casa de los Mier Campillo durante muchos años. Los tres hijos del matrimonio siempre creyeron que una hermana suya había muerto. Pero cuando empezaron a destaparse historias de niños robados, Marcelino se lo contó. Y empezaron a buscar. Nunca encontraron ayuda. Al contrario, todo han sido trabas, largas y silencios.

Ese pesar ni siquiera abandonó a la familia durante la celebración de las bodas de oro. Cuando Marcelino y Celina llegaron a Bulnes se encontraron con sus familiares, decenas de amigos llegados de distintos puntos de España y la banda de gaitas de Cangas de Onís, donde su hijo "Marce" toca el bombo. "Fue muy emocionante. Nos engañaron", rememoró ayer la mujer. Pero la celebración no acabó ahí: toda la familia se fue a Portugal una semana, ellos, los tres hijos, los cuatro nietos -Rubén, Sergio, Martín e Inés- y la nuera. "Lo pasamos muy bien", señaló ayer el bulnés. Fue todo perfecto, excepto por esa cruel incertidumbre de no saber si aquella hija anda aún por el mundo.

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