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"Se vive mejor que nunca", dice el piloñés Daniel Díaz al llegar al club de los centenarios

Natural de San Román, es uno de los tratantes más respetados de la comarca - Su secreto, ni fumar ni tomar alcohol

El centenario Daniel Díaz Huerta posa con la tarta de su cumpleaños. C. CORTE

El piloñés Daniel Díaz Huerta tiene tanto apego por su boina que no se la quita ni para soplar las velas que le dan la bienvenida al club de los centenarios. Para él, su gorra es mucho más que un trozo de tela negra: lo identifica como uno de los tratantes de ganado más queridos y respetados de la comarca.

Hombre de pocas palabras, resta importancia al hecho de soplar cien velas. Eso sí, agradece a su familia la fiesta sorpresa que montaron en su honor el domingo en su casa: no faltó la tarta de aniversario ni varios obsequios como ropa o colonia. Aunque Díaz asegura que su mayor regalo es poder haber juntado a todo el clan bajo el mismo techo. La clave para alcanzar tan longeva edad la tiene clara: caminar mucho y no fumar ni beber alcohol. La combinación le funciona: pocas veces tiene que dejarse caer por el centro de salud y quitando un poco de sordera, asegura que se encuentra con suficiente autonomía para afrontar, por lo menos, otras cien primaveras.

A la hora de soplar las velas tiene claros su tres deseos: vivir más, salud y trabajo para sus cuatro hijos, cuatro nietas y dos biznietas y que gane siempre el Oviedo. Y es que el fútbol es una de sus grandes aficiones junto al cuidado de los animales. El primer contacto con el ganado le llegó siendo bien joven, en su San Román de Villa natal. Su padre, José Díaz, era tratante y él no dudó en seguir la tradición familiar tras completar los estudios en el colegio San Viator de Infiesto. Era el mayor de seis hermanos y sobre él recayó la responsabilidad de ir a buscar las reses que el progenitor compraba por concejos vecinos como Caso. El cumpleañero no tenía reparo en recorrer su bicicleta Orbea o a pie los cincuenta kilómetros que lo separaban de la localidad pongueta de Ventaniella para comprar las mejores vacas. La feriona de Corao, en Cangas de Onís o la de Santa Teresa en Infiesto eran otras de sus citas imprescindibles. A esta última nunca falla. "Me gusta la nueva ubicación en la Piscifactoría, creo que permitirá crecer al evento", afirma.

Díaz vivió de pleno la guerra civil española y lo pasó tan mal que prefiere ni hablar del tema. De aquella época guarda un gran respeto por el fuego que le llevó incluso a prohibir a sus hijos -Ana Luisa, José Antonio, Mª Antonia y Juan Daniel- jugar con petardos. Todos ellos son fruto de su relación con Vicenta de la Llana, vecina de Borines con la que contrajo matrimonio hace ya 61 años. Para sacar a la familia adelante, el centenario no dudó en plantarse en Suiza, donde se ganó el jornal durante cinco años trabajando a la construcción. "No aprendí nada de alemán pero hice muchos amigos. Me quedé con la espina de volver a ver cómo estaban", sentencia. Con el dinero ahorrado pagó una casería en Cardes y a la vuelta de su periplo europeo continuó trabajando en la Agraria hasta su jubilación. Ahora vive en Infiesto con su mujer y disfruta de aficiones como leer LA NUEVA ESPAÑA los lunes para conocer los resultados deportivos del fin de semana. Tampoco para la lectura se quita Díaz la boina, contento porque ahora "se vive mejor que nunca".

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