La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los colores del santuario de la Santina

La tonalidad salmón típica del real sitio, procedente de piedra de Peñalba y de canteras comarcales, comparte protagonismo con el "rojo Covadonga"

La explanada del santuario, con una alfombra "rojo Covadonga" y, al fondo, la basílica, color salmón con piedra de Peñalba. CARBAJAL

Covadonga es famoso por muchos motivos, pero quizás uno de sus aspectos más desconocidos es que el famoso santuario, destino de peregrinación anual de miles de personas, tiene un color particular y, además, da nombre a un tono que se asocia a la piedra que adorna algunos rincones.

Ahí está el llamado "rojo Covadonga", que no existe como tal ni como marca, pero es muy usado para definir un color que se puede ver en las alfombras de piedra de la explanada, por ejemplo. Su origen no está en el santuario, pues las calizas de Covadonga son de tonos salmón o rosados subidos -las mismas que se emplearon para construir el santuario-. En el resto del Oriente sí que hay piedras más rojizas que las del real sitio. Sin embargo, hace años que alguien comenzó a vender su piedra caliza a los potenciales clientes bajo el nombre "rojo Covadonga", lo que permite darle más popularidad al producto. El éxito del nombre es tal que en los proyectos que se redactan para urbanizar espacios públicos hoy en día se sigue hablando de "rojo Covadonga".

Sí que hay un color en la "cuna" de la Reconquista: es una tonalidad especial que apunta al salmón. Si bien el material (caliza griotte) que se extrajo en su momento para la construcción de la basílica, muros, escalinata, etc., procedía de la cantera de Peñalba, bien es cierto que en la etapa más moderna de obras de construcción del real sitio, allá por la segunda mitad de la década de los 60 y principios de los 70, se utilizó caliza de otras canteras del Suroriente, tales como la del Dobra (Amieva), Sevares (Piloña) o Arangas (Cabrales), siempre de intenso color rosado y marmórea, tirando a tonos salmón.

"Toda la piedra se labraba en Covadonga", recuerda Manuel Moro Fernández, quien prestó servicios como celador del Ministerio de Obras Públicas y supervisor de las obras del santuario en el lustro 1965/1970, concretamente en el desarrollo "del retoque final de Covadonga". Incluso fue el responsable del traslado de los pilones que indican la entrada al real sitio y al parque nacional de los picos de Europa, localizados en El Repelao y que, antaño, cercaban el acceso al recinto de la explanada de la santa cueva. "Se desmontaron y numeraron piedra por piedra para su colocación en el emplazamiento actual", matizó Moro.

Asimismo, Moro Fernández se encargó de traer desde un pazo de Betanzos (Galicia), allá por el año 1966, los dos ornamentales leones de mármol blanco de Carrara que vinieron a sustituir los pilones que actualmente se encuentran en El Repelao. Y con esas imponentes esculturas quedaba rematada la urbanización de la explanada de la santa cueva, igualmente de caliza color salmón, siguiendo la misma línea, en cuanto a tonalidades, del resto del real sitio. "Covadonga es color salmón", sentencia el otrora supervisor de obras del santuario.

Eso sí, la basílica está ejecutada con piedra caliza de la cantera de Peñalba. El primer barreno que puso punto de inicio de las obras fue prendido por el Rey Alfonso XII, el 22 de julio de 1877. La inauguración y consagración del templo fueron los días 7 y 8 de septiembre de 1901.

En la etapa más moderna de la urbanización de la explanada del santuario de Covadonga hubo bastantes profesionales de la zona de la ribera del Sella que desempeñaron tareas de labranza de piedra, así como especialistas en cantería. Uno de ellos fue Narciso Santiago Cardín Pérez, natural del núcleo parragués de Fresnidiello, quien a principios de los 60 trabajaba en la cantera de "El Pasón", en Sevares (Piloña), sacando piedra para las obras de Covadonga. Poco después, acabaría puntelando miles de metros de piedra, siendo, además, uno de los especialistas en asentar los leones de Betanzos.

Serafín Vila Dávila -conocido entre sus convecinos cangueses como "Serafu", ya fallecido- y el gallego Diego Bouzas Pato también pasaron mucho tiempo dándole a la caliza, como labrante, allá por los años 70 en las obras de urbanización de Covadonga. Uno de los trabajos de los que más orgulloso está Bouzas es de la lápida, a la entrada de la santa cueva, junto a un jardín que da vista a la basílica y al Hotel Pelayo, inmortalizando la visita que giró el Papa Juan Pablo II a Covadonga en agosto de 1989. "Grabé una inscripción muy grande, de 470 letras y pintadas en rojo, que está empotrada en la pared", recuerda. La piedra color salmón procedía de la cantera del Dobra (Amieva).

Otro especialista en labrar la piedra del Dobra es José Antonio Palacios Granda, ya jubilado, motejado en la comarca del Suroriente como "el Melu", quien también trabajó en la ejecución de la explanada del Chorrón de la santa cueva, los muros del entorno, el puente por el que transcurre la carretera de acceso a la basílica, etc. Asimismo, intervino, entre otras muchas actuaciones, en la colocación del Pórtico del real sitio, formado por dos pilastras de la época de Carlos III y ubicadas a uno y otro lado del puente de El Repelao, lugar histórico, ya que se considera que es ahí donde fue Pelayo coronado Rey.

Compartir el artículo

stats