Salomé SUÁREZ

Que Juan Falcón (Oviedo, 1959) es un artista apartado de los circuitos convencionales no es nuevo para los que han seguido su trayectoria. Pero esa singularidad también ha generado una situación contradictoria y probablemente injusta; el autor de una obra codiciada por los coleccionistas y con una cotización más que respetable es prácticamente desconocido fuera de un círculo reducido y su nombre ni siquiera figura en los diccionarios de creadores asturianos. Su sobrina Lucía Falcón (Oviedo, 1983), licenciada en Historia del Arte, decidió reparar el agravio y lo ha hecho con una tesina sobre la «Obra pictórica y escultórica del artista Juan Falcón», trabajo que defendió el viernes en la Facultad de Geografía e Historia.

Juan Falcón, Juanín como le llaman sus allegados, encarna el prototipo de artista libre, bohemio hasta apurar la última gota del sentido del término, anárquico y desligado de los canales de difusión y venta habituales. Nunca ha tenido mecenas, ni continuidad expositiva ni vinculación fiel a un galerista. Ni falta que le hace, dirán algunos. Aunque cabe también preguntarse qué frutos hubiese dado su talento, su capacidad de crear, de haber encauzado su vida por caminos menos malditos. «Si hiciese lo que todo el mundo espera de una persona "normal", ya no sería él», responde convencida su sobrina Lucía, orgullosa de haber detectado «un gran cariño y admiración» hacia el hermano de su padre en las muchas entrevistas que ha hecho recogiendo datos para su tesina.

Lucía Falcón decidió centrar su trabajo en el análisis de la obra pictórica y escultórica de su tío a lo largo de casi tres décadas, aunque esas no sean las únicas formas de expresión artística en las que se ha adentrado. El niño que sorprendía a sus profesores en el Orfanato Minero por su destreza manejando los lápices también se convirtió en un excepcional grabador, ha hecho cartelismo, escenografía, cerámica y diseño de interiores y mobiliario.

Fueron precisamente los docentes del Orfanato Minero -el padre de Falcón, José, murió en un accidente de mina cuando él tenía 5 años- quienes encauzaron la vocación del niño hacia las artes plásticas y le animaron a matricularse en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo, mediando más tarde para que el chaval obtuviese una beca en el Centro de Arte San Jaime de Barcelona, para lo que también contó con el apoyo del director de la Escuela ovetense, Bernardo Sanjurjo, del escultor Fernando Alba y otros profesores como el dibujante y ceramista Adolfo Folgueras.

La sobrina del artista no ha logrado recopilar obras de su etapa de estudiante, pues entonces ensayó una fórmula de venta -directamente al cliente- que mantendría invariable a lo largo de toda su carrera. Una elección que implica la renuncia a dejar constancia documentada del material vendido, tarea que el propio Falcón tampoco se ocupa de realizar.

Después de Barcelona vino el casi inevitable paso por París, con una beca de estudios que obtuvo al ganar el Concurso de Artes Plásticas Corberó. Lucía Falcón considera que fue en la capital francesa, a finales de la década de los setenta, donde realmente comenzó la carrera artística de su tío, que entonces trabajaba como asistente en los talleres de Eduardo Arroyo y Valerio Adami. En París conoció Falcón a Dolores, hija de Joan Miró, con cuya familia mantendrá una estrecha relación, y también allí ejerció sobre él una influencia decisiva el concertista Alain Planes, que le pondrá en contacto con el escenógrafo Ilie Valea, quien le propone la realización de la escenografía y vestuario de la ópera de Monteverdi «Il mondo de la Luna».

Escultura

A su regreso de París, en 1983, Falcón pasa una larga temporada en Bárzana (Quirós), de donde es oriunda la familia, y comienza una etapa marcada por la producción escultórica, dando forma a figuras con un delicioso toque de primitivismo, casi de ingenuidad. Desde una primera etapa a sus maternidades y figuras humanas, enlazadas, desnudas y a veces en actitudes abiertamente sexuales, en las esculturas de Falcón pervive el organicismo y la sensualidad como hilo conductor. Aunque en materiales se decanta por el barro, también hizo algún trabajo en hierro en colaboración con la familia Urrusti.

Entre 1990 y 1993, el artista realizó carteles para distintas campañas del Gobierno del Principado, que también le encarga la escultura que marca el comienzo de la Senda del Oso, en Santo Adriano de Tuñón. De esta obra, en la que el boceto original tenía las patas levantadas, se haría además una tirada reducida y a escala más pequeña de osinos que se utilizaron como regalo institucional.

Para Lucía Falcón, quizá una de las características más acusadas de la obra de su tío es la imposibilidad de enmarcarla en un único estilo, y aunque lógicamente no se sustrae a influencias de distintas corrientes -«surrealismo, una suerte de realismo mágico...»- el resultado es realmente personal y original. «A la hora de encuadrarle en un estilo, deberíamos incluirle dentro de un expresionismo muy personal, que a veces incorpora guiños cubistas y algunos coqueteos con las soluciones pop. Quizás estemos ante un compendio de la vanguardia descifrada con un lenguaje propio y absolutamente reconocible», precisa la autora de la tesina.

«A impulsos»

Retratos, obras de tema circense o musical, paisajes de Oviedo, especialmente del casco viejo que tanto frecuenta -a veces con un cuadro bajo el brazo que vende esa misma noche-, bodegones y seres fantásticos, motivos religiosos, meninas... conforman «un mundo personal e irrepetible», un extenso campo de creación en el que tampoco hay titubeos a la hora de experimentar con distintas técnicas y materiales. «Es una obra», subraya Lucía Falcón, «hecha a impulsos, que alterna períodos de actividad frenética con otros de sequía o falta de inspiración, pero que agota obsesivamente cada tema, estrujando sus posibilidades expresivas».

Rara vez la obra de Falcón produce indiferencia. Sea o no del agrado del que la contempla, crea una especie de adicción en la que una pintura llama a ver otra, y otra más, con la seguridad -o la esperanza- de que siempre habrá un nuevo nivel de sorpresa, un giro, un guiño o un gesto más de un universo creativo que no puede ser más que suyo.