Idoya RONZÓN

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial ha confirmado la condena de 39 años de cárcel y multa de 3.960 euros por los atropellos de la calle Mon y censura la «cobardía» del conductor, Nino José Rodríguez Novoa, preso en la cárcel de Villabona. Novoa, representado por el abogado José Joaquín García, había recurrido la sentencia del juez de lo penal número dos de la ciudad, Francisco Javier Rodríguez Santocildes, hecha pública el pasado 12 de abril. La resolución de la Audiencia es firme y contra ella no cabe ningún tipo de recurso.

La sentencia, cuyo ponente fue el magistrado Manuel Avello Casielles, rechaza de plano todos y cada uno de los motivos alegados por Rodríguez Novoa, de nacionalidad venezolana pero vecino de Gijón. Y no se anda con rodeos: el fallo reprocha sin miramientos la actitud del acusado, del que critica su «nula solidaridad» y su «claro desprecio hacia la vida» de los demás. En su conducta, añade, hay que destacar un «plus de cobardía», ya que las personas contra las que arremetió estaban en una evidente situación de indefensión y de inferioridad.

Según el tribunal, Nino José Rodríguez Novoa «tuvo que tener conocimiento sobrado y suficiente» de los atropellos por la «entidad y aparatosidad» de los golpes que propinó a las más de treinta personas que resultaron heridas. Aun así, «siguió conduciendo de manera insolidaria, sin detenerse, y sin hacer ningún tipo de señales», ni acústicas ni luminosas. Apostilla además que es «ilógico pensar que las personas que iban con él» dentro del coche no le advirtieron de los atropellos, ocurridos en noviembre de 2002.

Para Nino José Rodríguez Novoa el mal que causó fue «indiferente», según la Audiencia Provincial. De hecho, condujo «por calles prohibidas y de estrechas dimensiones». Además, no hizo señales acústicas o luminosas y circuló muy rápido, «lo que agrava más su intencionalidad».

«Se llega al absurdo y a la ilógica de crear una falacia de agresión contra el acusado por parte de una multitud enardecida», explica el tribunal, que afirma que esta tesis «no tiene credibilidad de ningún tipo». «En suma» -concluye- el joven era sabedor de que no podía conducir el vehículo en el estado en que se encontraba -iba borracho- y no obstante lo hizo, a pesar del peligro».

«Sin atisbo de piedad»

Según la sentencia, Nino José Rodríguez Novoa «obró con total desprecio hacia la vida e integridad de los heridos, ocasionando mal a propósito, sin sentimiento ni piedad ni atisbo de solidaridad». El joven se escudó «cobardemente y de manera ruin en el coche que le protegía, sabiéndose de este modo amparado ante la muchedumbre ingente que, según él, pretendía atentar contra su vida e integridad corporal». Pero lo único que se ha probado es que el acusado «no se detuvo, sabedor de que, si paraba, podría verse seriamente comprometido por su modo irracional de conducir».

Según explica la Audiencia, después de atropellar a más de treinta personas, «huyó con celeridad a Gijón, en un intento igualmente cobarde de lograr una impunidad». No obstante, al llegar a la ciudad, fue interceptado por la Policía Local.

En suma, Rodríguez Novoa «no se arrepintió en ningún momento de lo que hizo y huyó sin dar la cara ni siquiera por un instinto básico de piedad hacia sus semejantes. Pudo evitar esos atropellos optando por otras vías menos transitadas» pero no lo hizo. Lejos de esto -apostilla- eligió las calles «que más le apetecieron para lograr sus maliciosos designios».