Diana DÍAZ

D. DÍAZ

Sabina Puértolas ha sido una de las sorpresas de «La Generala», opereta que da sus últimos coletazos en el teatro Campoamor. La soprano navarra, como la canzonetista protagonista del segundo reparto, se acaba de estrenar en Oviedo. Ella es la Generala y como ella responde.

-¿Está la Generala más enamorada del mundo del espectáculo que de su marido, el General Tocateca?

-Son dos amores diferentes. Siempre seré una diva que busca la admiración. Me retiró del espectáculo el General. Por amor, pero también porque, a golpe de su talonario, puedo seguir siendo esa diva.

-Pero al Príncipe le da ilusiones.

-Es un juego. Soy feliz con Tocateca y con todo el séquito que nos rodea. Me gusta tener a todos comiendo de mi mano.

-¿Qué destacaría de esta obra y de la producción?

-El jugo que saca Emilio Sagi a la escena, que ha hecho que no quede naranja. Todas somos tiples en la zarzuela. Con «La Generala» he aprendido mucho como actriz. Te exige estar siempre al máximo en la escena.

-Improvise una breve carta de presentación ante el público asturiano.

-Soy una soprano de color oscuro en el centro del registro, con lo que muchos consideran que soy soprano lírica. Pero de momento me encuentro cómoda en Donizetti, Verdi o Puccini, como soprano ligera. Perfeccioné mi voz en Italia y, tras recorrer medio mundo, este año canté por primera vez en Pamplona.

-¿Cuesta mantener una carrera como la del canto residiendo en España?

-No creo en eso de que nadie es profeta en su tierra. Asturias es muestra de que hay regiones que tratan con cariño a sus cantantes. La experiencia en el extranjero te enriquece, sobre todo personalmente. Cuando encauzas tu trabajo, ya te da igual el sitio donde cantas, porque haces lo que te gusta y ganas en todo. Lo importante es cantar, disfrutar y aprender.

Enrique Ferrer (o el Príncipe Pío) es nombre habitual en la zarzuela desde que se involucrara en el género con la Antología de Tamayo. Tras estudiar en Estados Unidos, el tenor madrileño va expandiendo su voz por las salas nacionales e internacionales. Y sin prejuicios, porque «de lo que se trata es de aprender».

-A Pío no le cuesta acceder a imposiciones de casamiento de sus padres.

-¡Qué más da si seguiré con mis correrías! Si uno tiene que casarse para acabar con penurias económicas, pues se casa.

-La Generala le tocó la fibra sensible.

-Es ella la que urde el entramado. Yo me enamoré de lo que la Generala representa como artista. Pero las tretas de la princesa, o más bien de la Generala, me hicieron enamorarme de forma sincera de la Princesa. ¡Cómo sois las mujeres!

-De la obra y producción destacaría...

-La lectura y la puesta en escena de Emilio Sagi, que aporta un espectáculo muy visual, picado y milimetrado. Sagi quiere que los personajes sean eso, personajes. En la era audiovisual, el público no perdona una dramatización precaria.

-En su trayectoria hay una parte de especialización en la zarzuela. ¿Este género abre puertas al cantante?

-En España, no, pero en el extranjero, sí. En el sentido de que se sorprenden de la rapidez y entrega en la escena de los cantantes españoles, cualidades que da la zarzuela. El problema es que en España todavía hay ambientes líricos elitistas que no perdonan que hayas cantado zarzuela. Y es un género en el que hay que tener cuidado porque, por ejemplo, no está especializado en cuanto a la tesitura de las voces.

-¿Y cómo se afronta el aprendizaje de la zarzuela?

-El problema de la lírica es la falta de una infraestructura que asegure el desarrollo del cantante. En España, sin plantillas oficiales ni temporadas fijas en teatros, no se puede aprender el oficio. Si perteneces a compañías «menores», te crucifican.